Poemas de Laura Victoria
Seleccionamos del listado de arriba, estos poemas de Laura Victoria:
Otro rumbo
Amé constante a los que no me amaron
y les di la verdad cuando mintieron.
Mientras unos temblando me besaron
rogó mi beso a los que no quisieron.
Siempre busqué los que jamás me hallaron.
Mi voz llamó los que jamás me oyeron.
Y los que resignados me esperaron
nunca en mi copa de placer bebieron.
Hoy una voz recóndita reclama
mi voluptuoso corazón de llama,
que limpio ardió como la brasa al viento.
Allá me voy. Torciendo mi camino
avanzo al horizonte de platino,
desnuda hasta del propio pensamiento.
Amor no es...
Ya ni versos escribo, sólo queda
este soñar de lágrimas teñido,
y una queja distante en el olvido
azul lejano de tu voz de seda.
Amor no es, es algo que remeda
la desmembranza del rosal caído,
donde ya ni las sombras hacen nido,
ni el viento en rondas de cristal enreda.
Algo que ayer fue lirio de mi fuente,
frescura de mi noche, y suavemente
luminar en mi senda florecida.
Algo que en mi agonía aún retengo,
porque es la única verdad que tengo
y no puedo arrancarla de mi vida.
Cegada luz
Te busco aún imagen ya perdida,
cegada luz, desorbitado viento,
esperanza tan sólo sostenida
por la ternura de mi pensamiento.
Algo tuyo quedose entre mi vida
como afilada flor de sufrimiento;
sangra mi llanto por tu propia herida
y sube tu canción por mi lamento.
Esa es la causa de mi mal cercano,
la certidumbre del inmenso hastío
que dobla las espigas de tu mano.
Porque tú eres la espuma de ese río
que nace en tus llanuras de verano
y muere en mis crepúsculos de frío.
Bohemia
Jugadora de sueños
llegué un atardecer hasta tu mesa;
llevaba en los cabellos ya marchita
la solitaria rosa
que me dejó un tahúr la última fiesta,
y en los labios el rictus fastidioso
de una noche ceniza de placeres,
ungida bajo el opio de la luna
con una media-luna en las ojeras.
Llegué a jugar por tu sonrisa clara
mi último granate,
y a cambiar por tus manos cariñosas
mi última promesa;
por eso fui morena de crepúsculo
copiando en las pupilas abismadas
ese fuego de otoño que en tu cuerpo
arde con tonos suaves de violeta.
Jugadora de sueños, de imposibles...
En tus besos perdí hasta el cascabel
de mi alegría,
y sólo traje un tósigo de olvidos
en la boca in saciada,
y un perfume de pinos macerados
revuelto en la musgosa cabellera.
¡Oh, la tristeza de los ojos idos
que agiganta la ausencia,
y la infinita angustia de los besos
que en las noches sin sueño
crece como el negror de las pavesas!
¡Oh, las manos amadas
que llorando besamos
en las noches inmensas,
y la boca incitante
que tibió de caricias
nuestro cuerpo de seda,
y el cabello cansado
donde locas bebimos
un perfume de anémonas!
¡Oh, la blanca nostalgia,
de paisajes remotos,
donde acaso encontremos
bajo soles de gloria
un licor de inconsciencia!
¡Oh, la fresca alegría
que embriagadas perdimos,
por tender solitarias
hacia cielos remotos,
nuestras alas viajeras!
Jugadora de sueños, jugadora inexperta,
entre tus labios dejé mi clara soledad,
y hoy llevo un vivac de añoranzas
en mi débil bagaje,
y de espaldas al plácido horizonte
devano los estériles minutos
en el ancho telar de las esperas.
Tal vez mañana volvamos a encontrarnos
en el vértigo azul de la ruleta.
Tú, con la copa del festín vacía,
yo, con la risa del placer ya muerta.
Dualidad
Yo misma no lo sé, pero vencida,
rendí a su orgullo mi virtud pagana,
y fui por un momento cortesana,
en el sarcasmo de mi propia vida.
Con beso ausente refresqué su herida,
absorta en él me le fingí lejana,
su voluntad despedacé liviana
y su pasión hallome arrepentida.
Fue un instante no más. Placer no hubo.
Pero su boca entre mi boca tuvo
amor y angustia, languidez y olvido.
Sobre el cansancio me tendí cobarde
y fui para su anhelo aquella tarde
tan grande y cruel como jamás lo he sido.
Plenitud
Yo soy la plenitud, soy el estío.
Mi piel trigueña por el sol tostada,
tiene una leve amarillez de hastío
y un perfume de fruta sazonada.
Mi amor ondula como turbio río
por un valle de yerba calcinada,
y es mi beso perenne escalofrío
que aviva una celeste llamarada.
Amo el dolor porque el dolor es cumbre,
amo la vida que la vida es lumbre
si se perfila en páginas de fuego.
No me importan la vida ni el sarcasmo,
porque templo la fe de mi entusiasmo,
sobre la fragua del cupido ciego.