Hay este jueves en mi sangre un retorno
al almendro en cuyas hojas
aún fondean sin mí las carabelas,
la Virgen sobre el agua,
reverdecidos campos como un muerto.
El milenio ya oxida
aquel velamen de lomas y adoquines,
y al sentir tal penumbra
me abraza entre sus cuervos la llovizna.
Allá siguen los míos demarcando su lienzo,
saben que si resbalan
no los va a sostener ninguna estrella,
y cuando caiga el frío
tendrán sólo sus huesos para armar el tejado.
Una marea de patos interroga al otoño,
su heredad es el aire
y al expandirse ven cánticos y fogatas,
cerrados para mí con sus marfiles.
Hay este jueves en la sangre un eclipse.
La letanía de un blues
augura que en cada despedida
bailarán en mi almendro un haz de peces
y los niños ahogados que iban al Paraíso.
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