Es mi pantalla un puerto,
adonde arriban con frutas los mensajes.
Ellos traen rumores de amigos
que nos dicen sus nudos por la estepa.
La estepa tras un sueño
suele ser un fulgor o el infinito.
En este muelle no atardezco solo.
Palomas electrónicas
inundan el crepúsculo,
y al aletear sus letras:
traslucen fantasías de enormes capitales,
pisadas que nos juntan como álamos.
Así convergen dudas, constelaciones y festejos;
aromas tan distantes como el Nilo.
Desde mi puerto soy
fiel huésped de visitas azules,
y siento a las palomas
dibujar el planeta igual que una avellana.
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