Todo es cuestión
de un segundo.
Me asomo al abismo
del sueño.
Respiro sin trabas
el aire del invierno.
Me imagino el estruendo
del alfiler contra un imán
y su viaje
sin goce ni dolor.
Pienso en la piedra
que cae desde lo alto
de una montaña
y es ilocalizable
para siempre.
Pienso en la manzana
que cae del árbol,
y en los pequeños bichos
que mastican la fruta caída
llevados por la ley
del hambre.
Mi abismo es un espejo.
Siento un rumor de hojas
alrededor de mi camastro.
Veo en el cristal, junto a mi rostro,
un almacén de miradas perdidas.
Me pregunto si acaso
soy yo el archivero.
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