Máquina de muerte,
máquina de muerte:
Sonríe.
Sólo puedo ver mis ojos,
reflejados en el cristal de la máquina,
segundos antes del chispazo que me ciega.
Quiero gritar
por el puro placer de gritar
¿y por qué no?
Pero no voy a darles el placer de gritar
a los otros, o a vosotros,
que atentamente, como lechuzas,
y agazapados como lagartijas pacientes y al acecho
esperáis mis gritos
o más bien algo parecido a mis gritos:
un cierto nerviosismo, crispación apenas perceptible,
movimiento de la mano ya sabes, cualquier cosa
que por pequeña que fuera sabrían descifrar.
Pero no les voy a dar ese placer.
Yo sé gritar en silencio,
comer en silencio,
sufrir en silencio,
vomitar en silencio,
menospreciar en silencio,
fornicar en silencio,
sonreír y acariciar en silencio.
Mi silencio no tiene precio:
nunca sabrán si es el silencio
de la muerte o el silencio
del amor (yo tampoco).
Volver a Antonio Fernández Lera
Gracias.
Rafael.-
como las agua del río que se renueva
no debe ser esclava de las tradiciones
ni de los ufanos caudillos que premian
un poema en fin no debe ser un lamento
sino una campanada que no suene a muerto
tan natural como el llanto o la risa de un niño
yo quiero que sea en esta puntual primavera
contra la injusticia establecida una bandera pirata sin calavera
un cántico nupcial entre la voluntad y la esperanza
un arco iris donde esté desterrados el blanco y el negro
y donde te encuentres en cualquier lugar
a un dios que no amenace y que solo conjugue el verbo amar
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