Quesia

Antonio Martínez Sarrión

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Era mansa, algo necia y se aovillaba
casi reciennacida en la caja de dulces
con un retal de fieltro a guisa de colchón.
Luego exploró la casa miedo a miedo
hasta imponer su ley a las butacas.
Acabó en trapecista y más de dos estores
hubo que desechar. Su estilo dio en precioso
y el reiterado tufo de tanta deyección
sólo era condonado al recortarse, regia,
contra el cegante murallón de junio.
Entonces me miraba, lamiéndose una pata
y brotaban dos chispas cinabrio por sus ojos
con las que suponía zanjado el incidente.
Pero no pudo ser. Y nadie me lo dijo.
De modo que una tarde, al volver del trabajo,
hambriento y blasfemando como siempre,
rastreé cual apache por suelos y guaridas.
Pero no podía ser, ya me habían advertido.
Y me senté en mi silla y me perdí en lo alto
y allí, tal vez me admitan -no sin pagar el diezmo-
al limbo estornudante de los gatos.

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Comentarios3
  •  
    Rafael Merida Cruz-Lascano Hermoso cuento breve. Felicitaciones.

    Rafael.
  •  
    argantonio El felino es siempre feliz
    en su soledad acompañada
    y en su casa limitada
    se le perdona cualquier desliz

    Son cuatro, cada cual con su dicho
    sé cuando ríen, hablan o lloran
    y a cada momento sé donde moran
    aquí nadie se atreve a llamarlo bicho

    A uno lo recogí en la calle
    a otro lo compré para hacer un regalo
    y el más viejo me lo dieron en un colegio

    No quiero que el gato que se calle
    para mi no hay gato malo
    tener un tigre en casa es un privilegio

  •  
    Elsy Alpire Vaca Interesante y metafórico poema. Gracias.
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