Es otro el Mar Caribe de los barcos mercantes;
insectos venenosos y verdes platanares abatidos
enturbian el color del mar casero.
Tahúres, vagabundos,
marineros varados en noches torrentosas,
montañas de ginebra y de sexos estériles,
explotan, rugen, pasan...
y vuelven con la ronda de otros barcos...
¡Quién no se vuelve loco como tú′,
en medio de esta usina paralítica!
Acechabas los barcos,
buscando algún mercante que viniera de Cuba
(porque son los cubanos los que llenan las latas de comida)
Por las noches
rodabas algún tronco de pino
o un racimo de plátanos
(nunca volvió ese barco que viaja a Nueva Orléans)
muriéndote de hambre y de locura,
partida en pleno pecho tu condición de hombre.
(És el Caribe éste? Este es el Mar Atlántico?)
(Donde se marcha uno a Nueva Orléans?)
Es inútil mirar a la tormenta,
que amenaza a las luces en la boca del puerto;
es inútil mirar al sol poniente,
al rosáceo horizonte
quebrado en mil espejos por el agua.
(No viene el capitán de Nueva Orléans).
Ya no busco la ruta de algún dado tirado por un tahúr,
espero otra señal que viene del Caribe
Que me traigan las olas la razón.
(¡Mare Nostrum!, contéstame)
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Gracias.
Nunca se debe perder la esperanza,
que no muera la ilusión,
hoy el día pudo ser estéril.
mañana será mejor...
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