Los caseros no atienden a sus ojos,
pero detrás de sus negras pestañas
oculta una tristeza tan redonda
que apenas le permite la mirada.
Por eso algunas veces con la cola,
cuando escucha el sigilo de las vacas,
dibuja sobre el barro en que reposa
retazos de impotencia y de desgana.
Y poco a poco el giro de las moscas
que rondan sobre él noche y mañana,
le han dado un parecido con las cosas
que a la muerte se pudren olvidadas.
Su hocico respingón ya tiene forma
del aullido más último del alma,
y de aquella nariz de caracola
tan única en los rastros de la caza,
cuelga la transparencia de una gota
que ya no puede secarse con la pata.
Y aunque sigue esperando, de su boca
sale de vez en cuando esa palabra
con que expresan los perros su derrota;
y lloriquea y cae y se levanta...
Volver a Aurelio González Ovies
Es un poema que me transmite una tristeza rebosante de hermosura en su forma y de paz en su ritmo. La sencillez de sus palabras lo enaltecen y hacen que yo, una simple aldeana, hija del monte, del campo,del carbón y amante de la lectura, pueda acercarme a la poesía sin el enorme peso del eterno complejo de inexperto en poesía que tenemos los de pueblu.
hola!! solo quisiera saber si en esta pagina hay poemas con repeticines...
estan buenos los poemas....
¡ Tan fácil tu poesía, tan profunda, tan pensada!. Tienes, poeta, el candor de los niños; la profundidad del sabio y ese don que a pocos llega cual regalo de los hados.
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