Te encontraré tal vez
en esa esquina del paraíso
o en el aire trivial de una playa nocturna
donde se ata la sombra
y se extenúa el infinito.
Plenitud en que se abisma la atracción
del violonchelo apenas oxidado
junto a una vida escorada a estribor
por no llorar con las manos crispadas.
Ahora el reflector hurga en la opacidad,
en la noche de las premoniciones
del triángulo adensado
en la ojiva polvorienta de un caliente desorden,
pero todo se pudre en la trampa del tiempo.
Sólo migajas de mentira,
la imperceptible hoja, los hechos sin
significación.
Resurgen sombras falseadas,
engañosos remordimientos de cicatrices
adheridas,
un peso hondo
de multitud desangelada
en el horizonte de la ceniza.
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