Blanca Varela

Blanca Varela fue una destacadísima poetisa peruana, nacida en Lima el 10 de agosto de 1926 y fallecida el 12 de marzo de 2009. Sus primeros pasos por el mundo de la escritura los dio en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, donde cursó Letras y Educación. Luego de una colaboración de dos años con la revista Las Moradas, viajó a París, donde conoció a Octavio Paz; este encuentro marcó un antes y un después en su vida, ya que la conectó con el arte y las letras con una intensidad y cercanía que hasta entonces desconocía. Allí también entabló relación con personajes de la talla de Sartre, Alberto Giacometti y Carlos Martínez Rivas.
Sus obras han sido traducidas a diversos idiomas, pero su éxito internacional se contrasta con sus escasas apariciones públicas y entrevistas. El poder de sus descripciones cautiva a sus lectores y los lleva a mundos de un misticismo que se esconde tras palabras cercanas y tangibles; esto se puede apreciar en los poemas "Es fría la luz", "Morir cada día un poco más" y "Visitación". Esta brillante escritora ha recogido numerosos premios, como ser el Internacional de Poesía Ciudad de Granada Federico García Lorca, con el mérito extra de haber sido la primera mujer en recibirlo.

Poemas de Blanca Varela

Seleccionamos del listado de arriba, estos poemas de Blanca Varela:

A media voz


la lentitud es belleza
copio estas líneas ajenas
respiro
acepto la luz
bajo el aire ralo de noviembre
bajo la hierba
sin color
bajo el cielo cascado
y gris
acepto el duelo y la fiesta
no he llegado
no llegaré jamás
en el centro de todo
esta el poema intacto
sol ineludible
noche sin volver la cabeza
merodeo su luz
su sombra animal
de palabras
husmeo su esplendor
su huella
sus restos
todo para decir
que alguna vez
estuve atenta
desarmada

sola casi
en la muerte
casi en el fuego

Asi debe ser


Así debe ser el rostro de dios
el cielo rabiosamente cruzado
por nubes grises, violetas
y naranjas
y su voz
el mar de abajo
diciendo siempre lo mismo
tan monótono
tan monótono
como el primer
y el último día

Es fria la luz




Es fría la luz de la memoria
lo apenas entrevisto brilla
con insistencia
gira buscando el casco de botella
o el charco de lluvia

tras cualquier puerta que se abre
está la luna
tan grande y plana
tan fuera de lugar
como si de un cuadro se tratara
óleo sobre papel
endurecido por el tiempo

así cayeron en la mente
formas y colores
casualidades
azar que anuda sombras
vuelcos en la negra marmita
donde a borbotones
se cuecen gozo y espanto

crece el yeso de un cielo
mil veces lastimado
mil veces blanqueado
se borra el mundo y se vuelve
a escribir
hasta el último aliento

sólo esto
eternidad aparente
mísera astilla de luz en
la entraña
del animal
que apenas estuvo

Morir cada dia un poco mas


morir cada día un poco más
recortarse las uñas
el pelo
los deseos
aprender a pensar en lo pequeño
y en lo inmenso
en las estrellas más lejanas
e inmóviles
en el cielo
manchado como un animal que huye
en el cielo
espantado por mi

Nadie nos dice


Nadie nos dice cómo
voltear la cara contra la pared
y
morirnos sencillamente
así como lo hicieron el gato
o el perro de la casa
o el elefante
que caminó en pos de su agonía
como quien va
a una impostergable ceremonia
batiendo orejas
al compás
del cadencioso resuello
de su trompa
sólo en el reino animal
hay ejemplares de tal
comportamiento
cambiar el paso
acercarse
y oler lo ya vivido
y dar la vuelta
sencillamente
dar la vuelta

Escena final


He dejado la puerta entreabierta
soy un animal que no se resigna
a morir la eternidad
es la oscura bisagra que cede
un pequeño ruido en la noche
de la carne
soy la isla que avanza sostenida
por la muerte o una ciudad
ferozmente cercada
por la vida
o tal vez no soy nada
sólo el insomnio
y la brillante indiferencia de los astros desierto destino inexorable el sol de los vivos se levanta reconozco esa puerta no hay otra hielo primaveral y una espina de sangre en el ojo de la rosa.