Hoy, justamente, al caer la tarde y el peso del brillo empieza a ceder para concentrarse en las siluetas del pensamiento, he recordado como el primer silbido, a mi padre. Aunque yo no me eduqué con él, tuvo una conflexión de portentoso roble. Sus manos y sus brazos eran tales que parecía que hubiesen sido extraídos del granito. Era mustio y callado; buena parte de su vida la pasó con sus manos de hierro fundido, labrando durmientes para los ferrocarriles.
Dentro de su osquedad, dejaba traslucir esa grieta espesa de la timidez que no sirve para nada. La vida le creó enormes fisuras; el horizonte, un valle de rocas incesantes y desafiantes. Fue despojado hasta de la esperanza: Las cadenas del destino le impidieron su propio vuelo.
A pesar de esta vena abierta de oscuridad, nunca me ha hecho falta; por el contrario, si mi niñez rural no dista de la de él, fue porque continuamente me cortaban las alas. Ahora las he recobrado. El 16 de abril de 1955, en Cambridge, Massachusetts, George Sarton, escribe el prólogo para su libro: SEIS ALAS que desgraciadamente no pudo ver. Fallece un año después y uno antes de mi nacimiento.
La historia, cualesquiera sea el que la cuente, es una de las partes esenciales de la espiritualidad humana. Con ella se edifica la armazón y el esqueleto del hombre. El libro de Sarton, me ha fascinado porque hace, con justicia, una exposición dentro de los límites razonables de la vida de la ciencia. La iconografía que incorpora es totalmente auténtica. Ignoraba, (yo que no ando mucho en estos menesteres), por ejemplo, la existencia de un Pierre Belon, o de Sir Thomas More; de un Fray Luca Pacioli, o de Luigi Cornaro.
He recordado, por una mera coincidencia que calificaría de inefable, EL HOMBRE PROBLEMÁTICO de Gabriel Marcel. Y, en particular, lo que tiene que ver con Kierkegard, Nietzsche, Heidegger y Sartre. Este último siempre se robó mi atención. El tema de la angustia lejos de ser un simple estado afectivo, nos revela la propia naturaleza del ser humano.
En nuestros tiempos modernos, caracterizados por el desasosiego y la vertiginosidad difícilmente podemos construir una existencia auténtica, aunque asumamos y enfrentemos la angustia. El hombre que se compromete consigo mismo frente a los derroteros de una sociedad bajo su única responsabilidad legitima, en consecuencia, esa “huída de la angustia” que a su vez lo hace tomar conciencia de ella.
Comentarios2
Ojalá
puedas volver
al camino
de
tu
inseguridad
,
suerte .
bueno creo q la vida es para vivir al maximo y cualquier problema q hayamos tenido deve ser superado por nosotros mismos por q al final es solo para nosotros el benefisio y ceo q no devemos caer en la deprecion no lo creen
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