El uruguayo Adolfo Montiel Ballesteros, además de haber dejado como legado una vasta producción literaria que le garantiza reconocimiento eterno tanto dentro como fuera de su país, sumó experiencia como dramaturgo y evidenció su compromiso político siendo candidato del Partido Socialista del Uruguay.
Simona Ballesteros y Antolín Montiel fueron los padres de este autor que nació el 2 de noviembre de 1888 en Paysandú. Al repasar su trayectoria se advierte que, en compañía de intelectuales como Antón Martín Saavedra, José María Delgado, Wifredo Pi y César Miranda creó una revista denominada “Pegaso”, a la cual también le aportó textos suyos.
Durante su travesía por Europa, Adolfo, quien en su tierra natal estuvo al frente de un movimiento conocido como Juventud Literaria del Uruguay y aceptó trabajar en la Asociación Uruguaya de Escritores como vicepresidente, tuvo oportunidad de entrar en contacto con Rubén Darío.
En 1924, este escritor que se había enamorado de una mujer llamada Ofelia Valentini, se convirtió en padre. Adolfo Jonio, tal como bautizó a su único heredero, abrió sus ojos por primera vez en territorio italiano ya que, desde 1919 y hasta 1929, él se desempeñaba allí como cónsul. Su hijo, de acuerdo a los registros, se formó en escultura y pintura, enriqueció a la cultura de su país con varios murales y dio clases en secundarios y universidades para transmitir sus conocimientos artísticos.
“Selección de cuentos”, “La jubilación de Dios”, “El ángel tenaz”, “La isla de oro”, “Montevideo y su cerro”, “Castigo ‘e Dios”, “Versos baguales” y “Pasión” son algunos de los títulos que permiten, aún en la actualidad, descubrir y disfrutar las habilidades literarias de Adolfo Montiel Ballesteros.
Cabe recordar que la desaparición física de este cuentista, novelista y poeta que integró la Academia Nacional de Letras del Uruguay y presidió la Sociedad de Autores Uruguayos de Teatro se produjo el 1 de agosto de 1971 en Montevideo.
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