La vida del autor francófono de procedencia egipcia Albert Cossery comenzó el 3 de noviembre de 1913 en El Cairo. Tuvo una existencia extensa que consiguió perpetuar a través de la escritura, actividad que además de asegurarle reconocimiento más allá del tiempo y las fronteras geográficas le dio la posibilidad de forjar amistades con destacadas figuras del mundo de las letras, como los casos de Henry Miller y Albert Camus.
Según registros y anécdotas referentes a su infancia, su madre era analfabeta y su padre, que vivía de rentas, no le inculcó a Albert la cultura del trabajo ni lo alentó a esforzarse para progresar. En este contexto, el escritor disfrutaba pasar largos ratos de ocio, sentía fascinación frente a la idea de no hacer nada productivo durante horas y, de acuerdo a testimonios, se jactaba de elaborar apenas un par de frases de manera semanal. Pese a todo, creó obras que lo sacaron del anonimato y le hicieron ganar reconocimiento a nivel cultural.
En 1930, Cossery conoció la capital de Francia y, después de algunas temporadas desempeñando tareas laborales en una embarcación egipcia, decidió afincarse de modo permanente en París.
A lo largo de los años, su notoriedad entre lectores y críticos fue en aumento porque diversos materiales de su autoría fueron traduciéndose a numerosas lenguas. Así, pues, hoy en día es posible apreciar en castellano sus habilidades narrativas por medio de libros como “Los hombres olvidados de Dios», «La violencia y la burla», “Una ambición en el desierto”, «La casa de la muerte segura» y “Mendigos y orgullosos”, por indicar algunos a modo de referencia.
Cabe señalar que el fallecimiento de Albert Cossery se produjo el 22 de junio de 2008 en la habitación que, desde hacía décadas, ocupaba en un hotel ubicado en París, tal como por ese entonces informamos en Poemas del Alma.
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