Vivió mucho y dejó un legado cultural interesante que permitirá recordar su figura más allá del tiempo y del espacio: Ana Enriqueta Terán, la autora que decidimos evocar en esta ocasión, logró la inmortalidad gracias a sus libros y enriqueció al mundo poético con un estilo único que vale la pena tener siempre presente.
La vida de esta mujer que a través de su madre, Rosa Madrid Terán, descubrió a los poetas clásicos comenzó el 4 de mayo de 1918 en la ciudad venezolana de Valera.
Quien fuera parte de la llamada Generación del 18, a la hora de desarrollar su producción literaria, tomó como referentes a Garcilaso de la Vega, Luis de Góngora, Arthur Rimbaud y a Charles Baudelaire. Tras una primera etapa experimentando con versos de métrica estricta, exploró las bondades de la poesía libre.
“Piedra de habla”, “Construcciones sobre basamentos de niebla”, “Verdor secreto” y “De bosque a bosque” son algunas de las obras que le han permitido a Terán sumar popularidad tanto dentro como fuera de su país.
Más allá de su dedicación a la literatura, esta escritora que en 1989 fue distinguida por la Universidad de Carabobo con un doctorado Honoris Causa y recompensada con el Premio Nacional de Literatura llevó a cabo tareas diplomáticas tanto en suelo uruguayo (en 1946) como en Argentina (cuando corrían los años ’50).
La vivienda que ocupó en el estado Trujillo durante más de una década y en la cual acondicionó un ambiente para instruir a numerosas mujeres en materia de confección textil terminó convertida en un centro cultural que funciona asimismo como un museo histórico que invita a conocer más en profundidad a esta autora cuyo nombre, además, se ha aprovechado para bautizar a una sala de conciertos y a un teatro.
El 18 de diciembre de 2017, tal como en su momento informamos en Poemas del Alma, la venezolana Ana Enriqueta Terán encontró la muerte en Valencia.
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