Al igual que su hermanastro Clemente y que el padre de ambos, la peruana María Angélica Palma y Román se dedicó a la actividad literaria.
Esta mujer que nació el 24 de noviembre de 1878 en Lima fruto del amor entre Cristina Román y Olivier y Ricardo Palma integró una familia numerosa y durante gran parte de su vida contó con el respaldo y la compañía de su progenitor. Él fue, por ejemplo, quien supervisó su formación en la Biblioteca Nacional del Perú después de haber sido alumna del liceo dirigido por la educadora Teresa González de Fanning y quien la eligió como secretaria a partir de 1911. Años antes, además, ella había viajado a suelo español para ver a su padre representar a Perú en el Noveno Congreso Internacional de Americanistas.
Angélica, según se advierte al repasar su trayectoria, fue colaboradora de medios como “El Comercio”, “La Crónica”, “Variedades” y “Prisma”, firmando sus obras con seudónimos como Marianela y Araceli. Además de recorrer España, tuvo oportunidad de conocer Bélgica, Inglaterra y Francia, aprovechando su estadía en territorio europeo para asistir a tertulias, entablar amistad con diversas intelectuales y ofrecer conferencias.
A Perú regresó en 1925, época en la cual trabajó como corresponsal en Lima del periódico español “El Sol”. Meses más tarde, se trasladó a la Ciudad de Panamá para participar en el Congreso Interamericano de Mujeres. En 1929, Palma integró la comisión oficial que asistió a la Exposición de Sevilla y, en Barcelona, estuvo presente en el Congreso de Historia para presentar un ensayo.
“Vencida”, “Por senda propia”, “Coloniaje romántico”, “Uno de tantos” y “Al azar” son parte de la producción literaria de quien fuera parte en Santander de la Sociedad Menéndez y Pelayo, de la Real Academia de Buenas Letras de Barcelona y, en Cádiz, de la Academia Hispano Americana de Ciencias y Artes.
En 1935, a meses de haber llegado a Argentina para dictar conferencias, Angélica Palma debió recibir atención médica en la ciudad de Rosario por bronconeumonía y pleuresía pero, lamentablemente, terminó falleciendo allí. Tiempo más tarde, sus restos fueron trasladados al Cementerio General de Lima.
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