Al repasar la historia de la poesía ecuatoriana uno puede llegar a rescatar del olvido a personalidades como Arturo Borja, un autor que vivió poco pero dejó una huella profunda en la literatura de su país.
Arturo Borja Pérez, hijo de Carmen Amelia Pérez Chiriboga y Luis Felipe Borja Pérez, llegó al mundo en Quito cuando transcurría el año 1892. En su adolescencia, este integrante de una familia numerosa fue llevado a París por decisión familiar a fin de que pudiera tratarse una lesión que afectaba su vista y, en ese entorno francés, comenzó a interesarse por la literatura.
Tiempo después, en octubre de 1912, celebró su boda con Carmen Rosa Sánchez Destruge, a quien le había dedicado varios poemas de su autoría. El responsable de obras como “En el blanco cementerio”, “Por el camino de las quimeras” y “Para mí tu recuerdo” tenía un gran futuro por delante y acababa de unirse en matrimonio pero, a raíz de una sobredosis de morfina, falleció en Quito a pocos días de haber concluido su luna de miel y a escasos meses de la muerte de su padre. De acuerdo a testimonios de su círculo más cercano, Arturo siempre dijo que cuando se le terminara el dinero recibido como herencia se quitaría la vida, pero nadie llegó a tomar en serio sus palabras y, lamentablemente, el suicidio se hizo realidad…
Para que su producción literaria no se perdiera, en agosto de 1920 tres artistas amigos suyos decidieron imprimir en la Universidad Central del Ecuador un volumen con casi treinta composiciones poéticas creadas por él que se tituló “La flauta de Ónix”. Cabe destacar que a Arturo Borja también se lo recuerda como el responsable de traducir al español “Les Chants de Maldoror”, versión que en 1910 apareció en las páginas de la revista “Letras”.
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