El 2 de junio de 1888, Isolina Cáceres Cano y Severo S. Herrera celebraron en la ciudad argentina de Córdoba el nacimiento de su hijo Ataliva, quien al crecer se dedicaría a la docencia, la abogacía y la creación literaria.
Este autor que halló inspiración poética en la cultura, la naturaleza y el folclore de su país pasó su niñez en Cruz del Eje, localidad cordobesa donde completó la escuela primaria. En 1907, ya habiendo cautivado a críticos y lectores a través de “Canto al Arte” y “Mis Noches”, rindió el bachillerato de modo libre en el Colegio Nacional de Monserrat.
Más tarde, este hombre que se interesó por los clásicos asistió al Seminario de Loreto para instruirse en Humanidades. En 1913, en tanto, terminó en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales perteneciente a la Universidad Nacional de Córdoba la carrera de leyes, abocándose al Derecho Penal.
Su tiempo lo fue repartiendo entre el desarrollo de textos, sus compromisos como magistrado y las clases que dictó tanto a nivel secundario como universitario.
Este hombre que contrajo matrimonio con Eva María Castro Nieva y tuvo con ella dos descendientes fue, hasta 1944, decano de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales dependiente de la Universidad Nacional del Litoral, llegando a ser rector interventor.
El responsable de títulos como “El poema nativo”, “Las vírgenes del sol” y “Bamba” aportó contenidos a medios como “La Razón”, “El Hogar”, “Caras y Caretas” y “La Nación”. Por su buen desempeño literario, quien fuera integrante de la Academia Nacional de la Historia y miembro del Círculo de Escritores Argentinos recibió recompensas como el Premio La Prensa y el Premio Nacional de Literatura.
Ataliva Herrera, que supo ser en Corrientes juez de Primera Instancia y parte de la Suprema Corte de Justicia en Mendoza, encontró la muerte el 6 de noviembre de 1953 en la Ciudad de Córdoba.
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