La escritora y crítica literaria inglesa Anna Laetitia Aikin, quien cultivó con gran éxito los géneros del ensayo y la poesía y se destacó como creadora de obras infantiles, nació en el condado de Leicestershire el 20 de junio de 1743.
Aunque en su época las mujeres no solían recibir demasiada formación académica, esta descendiente de un ministro de la Iglesia Presbiteriana que llegó a dirigir la Academia Kibworth de Disidentes demostró desde temprana edad un fuerte interés por el estudio.
Si bien su madre no veía con buenos ojos su afán de aprender porque consideraba que su perfil intelectual la privara de formar una familia, la autora consiguió dominar el latín, el griego, el francés y el italiano, triunfar en el mundo de las letras y darse el lujo de rechazar numerosas ofertas de matrimonio.
Dueña de un innegable talento para la escritura, Anna no necesitó esforzarse para obtener reconocimiento dentro del ambiente literario. Ya con su primera obra, una colección lanzada en 1773 bajo el nombre de «Poemas» que llegó a tener cuatro ediciones en un solo año, esta escritora logró convertirse en su país en una respetada figura del ámbito intelectual.
En mayo de 1774, Aikin, quien para ese entonces también había publicado un conjunto de ensayos en colaboración con su hermano John, contrajo enlace con Rochemont Barbauld, el nieto de un hugonote francés.
Juntos vivieron en Suffolk (donde ambos impartieron clases en la Academia Palgrave) y, al tomar conciencia de que jamás lograrían tener descendencia propia, decidieron adoptar a Charles, uno de los sobrinos de esta mujer que, inspirada en su rol de madre, llegó a elaborar sus mejores obras.
«Lecciones para niños», «Himnos en prosa para niños» y «1811: un poema» son, tal vez, los títulos más sobresalientes de la producción literaria de esta inglesa que se alejó de forma abrupta del mundo de las letras tras recibir duras críticas por el contenido del poema referente a las Guerras Napoleónicas. Con el tiempo, su legado perdió esplendor pero, a partir de la década de 1980, recuperó el brillo gracias a la intervención de la crítica literaria feminista.
Anna Laetitia Barbauld perdió la vida el 9 de marzo de 1825.
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