Nació en Toledo, el 23 de noviembre de 1221. Era hijo de Fernando III, el Santo, y de Doña Beatriz de Suabia. Ascendió al trono en 1252, y sus conocimientos fueron tan admirables que fue llamado el Sabio, por sus contemporáneos.
En el terreno militar, se destacó peleando contra los moros. El mérito de sus campañas consistió en arrebatar a los árabes puntos estratégicos y de difícil conquista por su situación costera, con lo cual les cerraba el paso por el mar, como Cartagena, Cádiz, Sanlúcar y Niebla, entre otros.
En el aspecto político pretendió ocupar el trono imperial de Alemania, fundando sus reclamos en los derechos que le correspondían por vía materna, pero no tuvo éxito.
Era un apasionado del estudio y puso gran énfasis en la difusión de la cultura. Reorganizó la escuela de traductores de Toledo, traduciendo las obras al castellano en lugar del latín como se usaba hasta entonces. Su padre, permitió el uso de la prosa castellana y Alfonso X, lo impuso como lengua oficial.
El tema del pasado del hombre fue objeto de su indagación, que expuso en dos obras: “La General e grand Estoria” que comienza con el relato bíblico de la creación y debía llegar a los propios tiempos del autor, pero quedó inconclusa en los datos referentes a los padres de la Santísima Virgen.
“La Crónica general de España”, tuvo como fuentes los bosquejos parciales que le precedieron en la literatura de su país, las crónicas locales y aún los cantares de gesta simplemente prosificados. No es una obra original sino compilatoria.
Sus obras históricas se caracterizan por su providencialismo, ya que el hombre es parte de un plan divino. Dios guía sus pasos y sus acciones. El fin de su obra es didáctico, no se limita a exponer los hechos sino que brinda una enseñanza moral. Su amor a España está también presente en sus escritos, redactados con monótona sintaxis, como consecuencia de la coordinación de las oraciones, paralelamente enlazadas todas por la conjunción “el”, luego “e”. También se repite frecuentemente como nexo el adverbio “otrosí”.
Entre sus obras jurídicas concluyó el “Setenario”, iniciado por su padre. Luego escribió el “Espéculo” o “Espejo de todos los derechos”, en cinco libros y el “fuero real”, en cuatro. Su intento legislativo culminó en las “Siete Partidas”. Con ellas se propuso lograr la unificación de la legislación española, auxiliar a los gobernantes en sus funciones y ofrecer a los súbditos un medio de instruirse en el derecho. Cada Partida se divide en títulos, y éstos, a su vez, en leyes. El valor jurídico de las mismas reside en la codificación legislativa que forma el eje y el sostén de la obra. En las Partidas subsisten los mismos giros, nexos y construcción de las crónicas, pero un interés latente vivifica la monotonía expresiva. Predomina el tono exhortativo sobre el imperativo, ya que el rey se propone enseñar antes que legislar.
Escribió también obras de entretenimiento como “El libro de ajedrez y tablas” (1283) y sobre la influencia de los astros en el destino del hombre. Son ejemplos de este último género: “Los libros del saber de astronomía”, “Las Tablas Alfonsíes” y “El lapidario”.
Como poeta se le atribuyen algunas coplas del “Libro de las querellas” y un “Libro del tesoro”, en verso. Pero su gran obra poética son las “Cántigas a Santa María”, que son más de cuatrocientos veinte, escritas en gallego.
La rebelión de su hijo y sucesor, llamado luego, Sancho IV, el Bravo, aceleró su muerte, que ocurrió en Sevilla, el 4 de abril de 1284.
Poemas de Alfonso X el sabio en Poemas del Alma
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