Hoy, en Poemas del Alma, no repasaremos la vida de Ernest Theodor Amadeus Hoffmann por su condición de jurista, pintor, cantante y compositor, sino por las contribuciones que realizó este alemán al movimiento romántico de la literatura de su país.
Hoffmann, quien nació en la ciudad de Königsberg el 24 de enero de 1776, sufrió la separación de sus padres cuando era muy pequeño y, como consecuencia de ese episodio, fue criado a partir de 1778 por algunos parientes de la rama materna.
Tras estudiar Derecho y graduarse en la Universidad de Königsberg, este descendiente de una familia de abogados que vivió durante algunos años en Varsovia reemplazó la actividad jurídica por la pintura, la crítica musical, la composición artística y la dirección de orquestas. A partir de 1814, de todas formas, Theodor retomó sus obligaciones en la Administración Civil prusiana en Berlín y se desempeñó como juez hasta su muerte.
Pese a haber demostrado talento en muchos ámbitos, el campo en el que más brilló este alemán que reemplazó su tercer nombre, Wilhelm, por el de Amadeus en honor a Mozart, fue en el literario. En ese mundo, el de las letras, Hoffmann consiguió convertirse en referente de varios escritores (entre los cuales se encuentran Edgar Allan Poe y Théophile Gautier) y cautivar a millones de lectores con sus obras de ficción, horror y suspenso donde lo grotesco y lo sobrenatural suelen combinarse con un intenso realismo psicológico. Además, con algunas de sus creaciones literarias Theodor actuó como fuente de inspiración para numerosas piezas musicales.
«Vampirismo», «Los elixires del diablo», «El mayorazgo», «Cuadros nocturnos», «Los hermanos de Serapio» y «La marquesa de la Pivardière» son algunos de los títulos que forman parte de la producción literaria de este destacado artista alemán que falleció en Berlín el 25 de junio de 1822.
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