Álvaro Yáñez Bianchi es la verdadera identidad del creador de obras como «Torcuato», «Miltín» y «Umbral», entre otras. Sin embargo, este escritor chileno que nació en Santiago en 1893, quedó en la historia de la literatura como Juan Emar, el seudónimo que lo llevó a la fama.
Lejos de cumplir el deseo familiar de que estudiara Derecho para seguir los pasos de su padre, un senador y empresario llamado Eleodoro Yáñez, este integrante de la aristocracia santiagueña disfrutó los privilegios de su condición social y, una vez casado con su prima Herminia Yáñez, se instaló en París.
Si bien por ese entonces se desempeñó como Primer Secretario en la Embajada de Chile, el joven ya había dado claras muestras de su interés por el mundo artístico. Tras aprender dibujo y pintura en Montparnasse, regresó a su país y, para 1924, ya se había transformado en Juan Emar, un columnista y crítico de arte del diario «La Nación», una publicación que, en esa época, era propiedad de su progenitor.
En ese espacio, este hombre que había vuelto a formar una familia junto a Gabriela Rivadeneira Rodríguez, una mujer con la que llegaría a tener tres hijas, se dedicaría a defender las tendencias artísticas de la vanguardia europea con el objetivo de romper con el criollismo que había llegado a dominar tanto al mundo de las artes como al de la literatura.
Aunque no se limitó a escribir artículos de diario y, a lo largo de su vida, Álvaro Yáñez Bianchi publicó varios libros, la crítica y los lectores parecían ser indiferentes a su labor. Esa falta de reacción y reconocimiento general, lamentablemente, duraría hasta después de su muerte, un episodio que tuvo lugar el 8 de abril de 1964.
Recién en las décadas del «�70 y «�80 su obra sería rescatada del olvido, analizada y apreciada hasta el punto de aceptar a Álvaro Yáñez Bianchi como una destacada figura de la literatura chilena.
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