La escritora Nina Nikoláyevna Berbérova, única descendiente del matrimonio compuesto por un funcionario armenio llamado Nikolái Ivánovich y una rusa ortodoxa que respondía al nombre de Nataliya Ivánovna, nació en San Petersburgo el 8 de agosto de 1901.
En la década del 20, esta mujer rusa que había soportado persecuciones durante su adolescencia se dirigió a Francia en compañía de su entonces pareja, el poeta Vladislav Jodasiévich. En París, además de elaborar artículos para el periódico «Últimas noticias», Nina inició su carrera literaria a través de relatos inspirados en las vivencias de los emigrantes rusos.
Tras pasar varias temporadas en territorio francés, la responsable de propuestas como «La acompañante», «El camarero y su amiga», «Crónicas de Billancourt», «Los últimos y los primeros», «El cabo de las tormentas» y «El hombre pensante» decidió marchar a Estados Unidos con el propósito de descubrir nuevos horizontes.
En 1954, a dos años de haber llegado a suelo norteamericano, Berbérova obtuvo la ciudadanía estadounidense (aunque a la hora de escribir nunca dejó de utilizar la lengua rusa) y fue contratada como docente por prestigiosas instituciones, entre las cuales se destacan las universidades de Yale y Princeton.
A medida que el tiempo pasó y su producción literaria sumó títulos, la popularidad de la también creadora de «La soberana», «Sin ocaso», «La peste negra» y «El subrayado es mío» se incrementó en numerosos países. Por fortuna, antes de que la muerte llegara a buscarla, Nina Berbérova pudo disfrutar con orgullo el privilegio de ser admirada en una gran cantidad de naciones y de tener su obra traducida a un buen número de idiomas.
Esta talentosa escritora que, en 1989, había podido regresar a la ciudad que la vio nacer (territorio que, de acuerdo al editor Hubert Nysen, la impresionó más por su «empobrecimiento moral e intelectual» que por su mala realidad financiera), perdió la vida en Filadelfia el 26 de septiembre de 1993.
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