El francés Octave Mirbeau, quien nació en Normandía el 16 de febrero de 1848, no sólo quedó en la historia de su país por haber realizado una destacada labor como escritor, sino que también quedó inmortalizado por su notable influencia como periodista y sus elogiadas tareas como crítico de arte.
Según se desprende de algunos datos vinculados a su juventud, tras pasar algunas temporadas en Rémalard y recibir formación académica en el colegio jesuita de Vannes (de donde fue expulsado a los quince años de edad), Mirbeau comenzó a trabajar como secretario privado de Dugué de la Fauconnerie, un líder bonapartista amigo de su padre que lo contactó con las autoridades del periódico «L»Ordre» de París.
A partir de ese entonces, este francés que en algún momento de su vida soñó con triunfar en el campo del Derecho inició una carrera literaria que lo llevó a unificar letras y luchas políticas, así como también a fundar, junto a Paul Hervieu y Alfred Capus, el semanario «Les Grimaces».
«El calvario», «El abate Julio», «Sébastien Roch», «En el cielo», «El jardín de los suplicios», «Memoria para un abogado», «Los veintiún días de un neurasténico», «Los malos pastores», «Cuentos de la choza» y «Diario de una camarera» son algunos de los títulos que le permitieron a Mirbeau consagrarse como escritor a nivel mundial y demostrar su gran talento para la elaboración de novelas, cuentos y obras teatrales. Con el tiempo, además, este hombre se destacaría como «descubridor» de artistas y colegas como Maurice Maeterlinck, Vincent Van Gogh y Marguerite Audoux.
El 16 de febrero de 1917, época para la cual era ya un autor de fama internacional cuya obra estaba traducida a múltiples idiomas y se caracterizaba por ofrecer un perfil anticlerical, pacifista y antimilitar, Octave Mirbeau encontró la muerte en la capital de Francia.
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