Las letras mexicanas han tenido el privilegio de tener en Rosario Castellanos a una de sus más destacadas representantes, ya que esta mujer nacida en la Ciudad de México el 25 de mayo de 1925 supo enriquecer la literatura de su país con numerosas poesías, cuentos, ensayos y novelas.
Esta autora que creció en Comitán (ciudad perteneciente al estado de Chiapas) estudió Filosofía en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y, más tarde, gracias a una beca otorgada por el Instituto de Cultura Hispánica, profundizó sus conocimientos en la Universidad de Madrid.
A lo largo de su trayectoria, Castellanos no sólo tuvo oportunidad de cultivar diversos géneros literarios sino también de ser colaboradora del diario «Excélsior», promotora del Instituto Chiapaneco de la Cultura y del Instituto Nacional Indigenista, secretaria del PEN Club, profesora en diferentes instituciones universitarias y hasta embajadora de México en Israel.
Esta talentosa mexicana que ha quedado en la historia como uno de los símbolos del feminismo latinoamericano por su intensa defensa de los derechos de las mujeres ha quedado inmortalizada a través de propuestas como «Los convidados de agosto», «De la vigilia estéril», «El rescate del mundo», «Balún Canán», «Mujer que sabe latín», «El mar y sus pescaditos», «Trayectoria del polvo», «Apuntes para una declaración de fe» y «Al pie de la letra», entre muchas otras. Gracias a la calidad y originalidad de muchos de estos y otros textos de su autoría, Castellanos pudo acumular distinciones como el Premio Chiapas, el Xavier Villaurrutia, el Sor Juana Inés de la Cruz, el Premio Carlos Trouyet de Letras y el Elías Sourasky de Letras.
El fallecimiento de Rosario Castellanos tuvo lugar en Tel Aviv (Israel) el 7 de agosto de 1974. Días más tarde, sus restos fueron trasladados a la Rotonda de las Personas Ilustres de la Ciudad de México.
Comentarios1
Muchas gracias Verónica por ésta magnifica biografía, desafortunadamente no publican poesía de ella y es muy buena, yo tuve la oportunidad de conocerla muy niña, solo una ocasión, la ví,
cuando mi padre y ella se saludaban, pero en ése entonces, no sabía yo quien era. Felicidades por tu reportaje. saludos
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