Samuel Rosenstock, un poeta y ensayista de gran talento que alcanzó popularidad internacional a través del seudónimo Tristan Tzara, nació en la ciudad rumana de Bacau el 16 de abril de 1896, pero gran parte de su vida transcurrió en Francia.
Con el tiempo, este autor llegaría, junto a algunos colegas, a organizar en París algunos espectáculos callejeros de perfil absurdo con el propósito de escandalizar al sector burgués de la época y daría un gran impulso al movimiento dadaísta. Gracias a su desempeño, Tzara quedaría en la historia como uno de los exponentes más destacados de esa corriente revolucionaria de vanguardia que surgió en Zúrich durante la Primera Guerra Mundial.
«La primera aventura celestial del señor Antipirina», «Sobre nuestros pájaros», «El hombre aproximativo», «Dónde beben los lobos», «La huida», «El fruto permitido» y «La rosa y el perro» son algunos de los títulos que forman parte de su destacada producción literaria.
Aunque contribuyó en gran medida a la expansión del dadaísmo, hacia fines de 1929 Tzara optó por alejarse del pesimismo y comenzó a acercarse a la ideología surrealista que habían empezado a desarrollar autores como André Breton y Louis Aragon. A partir de entonces, el también creador de propuestas como «Hablar solo» y «El rostro interior» intentó en varias ocasiones combinar las sofisticadas doctrinas filosóficas de carácter nihilista con sus pensamientos marxistas.
Al estallar la Segunda Guerra Mundial, este hombre de origen rumano que ejerció un rol activo en el desarrollo e implementación de los métodos de escritura automática se sumó a la resistencia francesa y, tras conseguir la nacionalidad en 1947, se adhirió al Partido Comunista Francés.
Tristan Tzara encontró la muerte en la capital de Francia el 25 de diciembre de 1963. Desde entonces, sus restos se encuentran depositados en el famoso Cementerio de Montparnasse.
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¡Oh Capitán, mi capitán!
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