El 4 de febrero de 1740 llegó al mundo en Estocolmo un hombre que sumó experiencia como cantautor, trovador y poeta: Carl Michael Bellman, quien influyó tan considerablemente en la literatura de Suecia que llegó a ser considerado uno de los poetas nacionales más sobresalientes.
Los primeros textos de este descendiente de la pareja integrada por Catharina Hermonia y Johan Arendt Bellman aparecieron en 1757. Por ese entonces, hizo traducciones y composiciones poéticas de contenido religioso que le posibilitaron ir demostrando sus habilidades artísticas. Temporadas después, consiguió popularidad en su localidad natal gracias a las llamadas canciones de posada y a parodias bíblicas. Según se ha podido reconstruir, entre 1769 y 1773, este hombre elaboró más de sesenta epístolas y un número considerable de poemas.
El 19 de diciembre de 1777, este autor contrajo matrimonio con Lovisa Grönlund en la iglesia Klara. Juntos tuvieron cuatro herederos: Gustav, Elis (quien murió a edad temprana), Karl y Adolf.
Carl, quien se formó en la Universidad de Uppsala y además de dedicarse a la escritura trabajó en el gobierno ocupando diversos cargos, jugó con las palabras para dar origen a obras que la sociedad sueca mantuvo a lo largo del tiempo, ya sea mediante grupos o solistas que interpretan baladas que Bellman dejó como legado o hasta por familias que, en celebraciones o al momento de hacer dormir a los más pequeños del hogar, rescatan del olvido sus creaciones. En 1790, la Academia Sueca le concedió un galardón en reconocimiento al material de literatura más interesante de ese año.
La capital de Suecia vio morir físicamente a Carl Michael Bellman el 11 de febrero de 1795 a raíz de un cuadro de tuberculosis. Desde entonces, su esencia sigue viva en propuestas como “Epístolas de Fredman” y “Cantos de Fredman”, publicaciones que se han traducido a múltiples lenguas, cautivando así a lectores de diversas nacionalidades y generaciones.
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