Una gran cantidad de aportes artísticos le hizo Carlos Pérez Merinero a la cultura española ya que, además de sumar experiencia como poeta y novelista, incursionó en el universo cinematográfico en los roles de guionista y director.
Este hombre que nació el 17 de octubre de 1950 en el municipio sevillano de Écija pasó parte de su infancia y adolescencia entre Gerona, Palencia y Cádiz por compromisos laborales de su padre.
Tras cursar el bachillerato en Jerez, Carlos arribó a territorio madrileño y allí se instaló de manera estable desde mediados de 1966.
Según se advierte al repasar sus vivencias, durante su época como estudiante de Ciencias Económicas (carrera que completó en la Universidad Complutense de Madrid) impulsó el surgimiento de un cineclub y contribuyó a la fundación de un medio denominado “Peeping-Tom”.
Sus habilidades poéticas las plasmó en “Prohibido tomar el sol a los lagartos”, “Las reglas del juego”, “El ángel triste” y “La mano armada”. Asimismo, en colaboración con David, su hermano, desarrolló publicaciones centradas en el séptimo arte, algunas de las cuales fueron firmadas con el seudónimo Marta Hernández. Haber dado clases de Hacienda Pública en el Real Centro Universitario María Cristina de El Escorial fue otra de sus actividades.
En la década del ’80, además, relatos de su autoría aparecieron en las páginas de “Penthouse”, “Interviú” y “Diario 16”, entre otras revistas.
En reconocimiento a su talento narrativo, el también creador de “El papel de víctima”, “Llamando a las puertas del infierno” y “Razones para ser feliz” recibió galardones como el Premio Alfa-7 de Novela Policíaca y el Premio Calasanz.
Carlos Pérez Merinero, cuya producción se amplió a partir del 2003 con “Caras conocidas”, “Sangre nuestra”, “La niña que hacía llorar a la gente” y otras obras, encontró la muerte el 29 de enero de 2012 en Madrid. Tiempo después sus cenizas fueron llevadas a su ciudad natal.
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