«Francamente, el humor es un magnífico capital». Con esta frase el rapsoda y poeta autodidacta Diego Higuera Gómez, recientemente fallecido, daba a conocer la esencia de su vida, el pilar que, junto a su familia y amigos, sustentó siempre su existencia:
«No tengo casa ni coche,
aquí donde me están viendo;
Sin embargo, estoy riendo,
pues mi vida es un derroche
de risa, siempre fluyendo».
Y es que para él el despertar una sonrisa con su obra a cualquier persona era una auténtica satisfacción, la mayor de las recompensas a su trabajo.
En noviembre de 1927 fue cuando nació en Villanueva de Córdoba Diego Higuera Gómez que, desde pequeño, mostró gran entusiasmo por las letras. Pero el estallido de la cruenta Guerra Civil en España le obligó a dejar la escuela y a ponerse a trabajar en un taller de forja.
Un revés este a su educación que no le impidió, sin embargo, seguir formándose a sí mismo a través de la lectura de obras de poetas como los hermanos Machado, Miguel Hernández, García Lorca o Juan Ramón Jiménez.
El inicio de su andadura literaria
De este modo, compaginando su vida laboral, que finalmente se centró en el área comercial, con su inquietud literaria fue forjándose el autor que hoy admiramos.
El teatro clásico también se hizo presente en él y comenzó no sólo a interpretarlo sino también a fundar en su localidad natal la Peña Teatral Variedades. Así, empezó a establecerse la vida cultural de Higuera que puso otras iniciativas en marcha, siempre en pro del enriquecimiento del ser humano: juegos florales, tertulias literarias, recitales poéticos…
Y eso sin olvidar la creación en 1966 del periódico mensual «Boletín Informativo de la Asociación de Cabezas de Familia de Villanueva de Córdoba» que dirigió durante 17 años.
Su esfuerzo por la cultura llegaría a ser reconocido en el año 1974 cuando es nombrado miembro de la Real Academia de Ciencias, Bellas Letras y Nobles Artes de Córdoba.
Sus publicaciones
Si este hecho fue importante no lo fue menos la publicación en 1978 de su primer libro, el poemario La Flor del Destino. Una obra, la más íntima de todas las que escribió, en la que reflejó el dolor que sintió al perder trágicamente a su hermana.
Pero a partir de ese instante desgarrador, Diego Higuera supo levantar el vuelo y comenzó una interesante trayectoria literaria en la que predominó el humor, ese que siempre había sido su leit-motiv.
Uno de sus libros más divertidos es «555 dieguerías» en el que rinde su particular homenaje a las greguerías de Ramón Gómez de la Serna: «Se rompió una mano escribiendo coplas de pie quebrado».
La patrona de mi pueblo (1998) o Perfiles jarotes (2005), dedicadas a su tierra natal, así como El Sonajero (2006) siguieron conformando la bibliografía de este autor que, antes de caer gravemente enfermo, siguió recitando y rimando versos, llevando alegría a sus seguidores, abogando por la riqueza cultural y, como siempre, por el humor.
Nada mejor que un fragmento de sus Soleares de la Risa para rendirle un póstumo homenaje a Diego Higuera Gómez, poeta autodidacta ejemplar y ser humano inigualable, y recordarlo como a él le hubiera gustado, con una sonrisa:
«¿Qué cosa sería la risa,
que hay veces que reír no quieres
y tienes que reír aprisa?
La risa es sana es caudal,
que no se puede fingir,
ni se puede adulterar.
Si tu risa es fingida,
mejor que llores,
así se irán tus penas
y tus dolores,
y luego, amigo
cuando sepas reír,
ríete conmigo.
No hay mayor gloria en la vida,
que cuando ríe el corazón
con risa sana y florida.»
Debes estar registrad@ para poder comentar. Inicia sesión o Regístrate.