La literatura, las artes plásticas, el activismo social y la prostitución se conjugan en la vida de la suiza Grisélidis Marcelle Réal, nacida el 11 de agosto de 1929 en la ciudad de Lausana. Sus padres eran intelectuales que disfrutaban una buena posición económica.
Debido al trabajo de su progenitor en un establecimiento educativo de Alejandría, Réal creció en Egipto. Luego la familia se instaló en Atenas (Grecia), donde el papá de Grisélidis murió cuando la niña tenía apenas 9 años.
Frente a esta pérdida, Grisélidis regresó a Lausana junto a su madre, con quien tuvo una relación conflictiva, y estudió en la Escuela de Artes Decorativas de Zúrich. Tras graduarse en 1949, se dedicó a la pintura.
Dispuesta a abandonar la casa materna, Réal se casó a los 20 años y en 1952 nació su primer hijo. Víctima de maltrato, se separó de su esposo y al poco tiempo tuvo un segundo bebé con otro hombre. Dicha situación hizo que perdiera la custodia de ambos niños; sin embargo, los recuperó de manera ilegal al llevárselos del centro de acogida donde vivían por orden judicial. Con ellos, Réal –quien con el tiempo daría a luz a otros dos descendientes– escapó hacia Alemania.
Debido a la falta de dinero, Grisélidis tuvo que empezar a prostituirse en 1961. Así consiguió mantener a sus hijos. La venta de marihuana la llevó a una prisión alemana, hasta que fue repatriada a su tierra natal, donde siguió ejerciendo la prostitución.
Fue en la cárcel donde escribió sus primeros textos. Grisélidis publicó algunas obras en revistas y finalmente consiguió editar sus libros. A nuestro idioma llegaron títulos como “El polvo imaginario”, “El negro es un color” y “Las esfinges”.
A la hora de escribir, Réal solía hacer referencia a su trabajo como meretriz. Desde la década de 1970, además, mostró su activismo para el reconocimiento de los derechos de las trabajadoras sexuales, participando de manifestaciones y dictando numerosas conferencias.
El 31 de mayo de 2005, en Ginebra, se produjo su fallecimiento como consecuencia de un cáncer. Los restos de Grisélidis Réal fueron trasladados al Cementerio de los Reyes casi cuatro años después, en medio de una gran polémica.
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