Diversas oficinas salitreras fueron el espacio donde se crió el chileno Hernán Rivera Letelier. Allí, rodeado de minas, este autor nacido el 11 de julio de 1950 en Tacna comenzó su formación académica.
Tenía 11 años cuando su familia se trasladó a Antofagasta, donde la tragedia se haría presente: su madre falleció a causa de la mordedura de una araña. Su padre, ante esta situación, optó por volver a las minas junto a cuatro de sus hijos. El quinto, Hernán, decidió quedarse en la ciudad, manteniéndose con trabajos informales y con el apoyo de su padre, que regresaba cada quince días.
Rivera Letelier volvería luego a las oficinas salitreras, aunque cambiando de destino de tanto en tanto. A los 19 años, inició un recorrido por varios países sudamericanos que se extendió por tres años y que, según él mismo contó, lo incentivó a volcarse a la escritura.
Su primer libro recién aparecería en 1988: “Poemas y pomadas”. Dos años después, Rivera Letelier presentó “Cuentos breves y cuescos de brevas”. Recién su tercer libro (y primera novela) le permitiría alcanzar el reconocimiento masivo. La obra en cuestión, titulada “La Reina Isabel cantaba rancheras”, fue un éxito de ventas.
“Himno del ángel parado en una pata”, “Donde mueren los valientes”, “Santa María de las flores negras”, “El fantasista”, “Fatamorgana de amor con banda de música”, “La contadora de películas”, “El arte de la resurrección”, “Los trenes se van al Purgatorio” y “Romance del duende que me escribe las novelas” son otros de sus libros.
Estos trabajos permitieron a Hernán Rivera Letelier hacerse con distinciones como el Premio del Consejo Nacional de Libro (en dos ocasiones), el Premio Arzobispo Juan de San Clemente y el Premio Alfaguara de Novela, entre otras. Además fue nombrado Caballero de la Orden de las Artes y las Letras en Francia.
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