El mexicano Ignacio Manuel Altamirano Basilio, integrante de un clan indígena afincado en la ciudad de Tixtla, nació el 13 de noviembre de 1834. Al crecer, además de dar muestras de extraordinarias habilidades literarias, se desempeñó como maestro, político, periodista y abogado.
Con las lecciones de lectura y escritura aprendidas en su pueblo de origen, el joven consiguió una beca que le permitió ampliar sus conocimientos académicos en la capital del estado de México. Tras pasar por el Instituto Literario ubicado en Toluca, frecuentó el Colegio de San Juan de Letrán para instruirse en Derecho.
Quien fuera integrante de entidades como la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, el Club Álvarez y el Conservatorio Dramático Mexicano defendía el liberalismo y no dudó en sumarse en 1854 a la llamada “Revolución de Ayutla”.
Con el tiempo, cultivó su rol docente en la Escuela Nacional de Maestros y en la Escuela Superior de Comercio y Administración, además de unirse a diversos comunicadores para fundar medios como “El Correo de México”, “El Renacimiento”, “La República” y “La Tribuna”.
Ser diputado a lo largo de tres periodos que aprovechó para promover la educación primaria obligatoria, laica y gratuita y presidir la Suprema Corte después de haber sido procurador general de la República fueron otros desafíos que asumió este hombre que también realizó tareas diplomáticas al trabajar en París y Barcelona como cónsul.
“Clemencia”, “La Navidad en las montañas”, “El zarco”, “Cuentos de invierno” y “Paisajes y leyendas, tradiciones y costumbres de México” son algunas de las obras que invitan a descubrir el perfil creativo de Altamirano, quien llegó a crear la Escuela Normal de Profesores de México y el Liceo de Puebla.
Este multifacético mexicano que se inició en la masonería hacia el año 1870 encontró la muerte el 13 de febrero de 1893 en territorio italiano, país al que había arribado en el marco de un compromiso diplomático.
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