A lo largo de la historia, la literatura de Bolivia ha tenido representantes de gran prestigio internacional. Uno de ellos ha sido Francisco Javier del Ganado y Granado, un hombre nacido el 27 de febrero de 1913 en Cochabamba que, además de haberse distinguido como poeta laureado, fue reconocido como hijo predilecto de su país.
Quien fuera parte de una familia aristocrática se refugió durante su juventud en una propiedad colonial que perteneció a sus antepasados y estaba situada en cercanías de la localidad de Arani. El contacto con la naturaleza y el disfrute de la realidad campestre le dio paz así como también inspiración para su actividad literaria.
“Rosas pálidas”, “Canciones de la tierra”, “Romance del valle nuestro”, “La parábola del águila”, “Terruño”, “Vuelo de Azores” y “Canto al paisaje de Bolivia” son algunos de los materiales que enriquecen el legado de este autor que, en 1942, se involucró en la fundación del Movimiento Nacionalista Revolucionario y entre 1947 y 1954 estuvo al frente de la Sociedad de Escritores y Artistas de la ciudad que lo vio nacer. El Premio Rubén Darío, el título de Comendador de la Orden del Cóndor de los Andes, la condecoración Caballero Gran Cruz de la Orden de Isabel la Católica y el Premio César Vallejo aparecen en el listado de estímulos que, tanto en su nación como en el extranjero, realzaron su figura.
Es interesante señalar también que Del Granado integró la Academia Boliviana de la Lengua y fue admitido por la Academia Francesa, así como se destacó como miembro correspondiente de la Academia Argentina de Letras y de la Real Academia española.
La muerte de este escritor que, entre otros tributos, tuvo un sello postal con su imagen, se produjo en su ciudad natal el 15 de mayo de 1996. Para mantener vivo su recuerdo y permitir que las nuevas generaciones sepan quién fue y qué hizo Javier del Granado, en Bolivia se han bautizado espacios públicos con su nombre y se erigió un monumento.
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