El 18 de enero de 1893, en la localidad española de Valladolid, llegó al mundo Jorge Guillén Álvarez, uno de los máximos exponentes de llamada Generación del 27.
Guillén inició su formación en su ciudad natal y luego se radicó en Madrid para estudiar Filosofía y Letras. Su licenciatura, de todos modos, la obtuvo en la Universidad de Granada. En 1924, gracias a una tesis sobre Luis de Góngora, alcanzó un doctorado en la Universidad de Madrid.
En su juventud también vivió en Suiza y en Francia, además de realizar viajes por otros países europeos. Guillén se dedicó a la docencia y, como parte de sus actividades en la Residencia de Estudiantes de Madrid, entró en contacto con Federico García Lorca, Rafael Alberti y otros integrantes de la Generación del 27.
Los primeros textos de Guillén aparecieron en distintas revistas. Se trataban, en su mayoría, de poemas y de críticas literarias. El autor además, con el apoyo de otros escritores, fundó la publicación “Verso y prosa”.
En cuanto a sus libros, en su mayoría son poemarios, como las varias ediciones de “Cántico”, “Las tentaciones de Antonio”, “Del amanecer y el despertar”, “Al margen”, las distintas partes de “Clamor”, “La expresión” y “Convivencia”. Guillén, por otra parte, publicó trabajos de crítica, como “El argumento de la obra” y “Lenguaje y poesía”, entre otros.
Cabe destacar que, durante la Guerra Civil, permaneció un tiempo en prisión y luego se exilió, dedicándose a la docencia en Inglaterra, Canadá, Italia y los Estados Unidos.
El Premio Cervantes y el Premio Internacional Alfonso Reyes están entre los galardones que recibió Jorge Guillén, quien además fue declarado Hijo Predilecto de Andalucía. El 6 de febrero de 1984, mientras se encontraba en Málaga, se produjo su deceso. El escritor fue enterrado en el Cementerio Anglicano de San Jorge.
Comentarios1
Jorge Guillén no es muy leído porque es un poeta autentico y la autenticidad literaria no llama la atención al lector superficial, que busca lo fácil, lo retorico, lo grandilocuente y lo sentimental. Nuestra civilización todavía está atrapada por la belleza helénica, a pesar de que tuvimos a Giotto, máximo exponente de la pintura Europea que dependía del Bizantino, tuvimos a Rembrandt, El Greco, Velázquez, Goya y Cézanne que encontraron el verdadero arte en la fealdad y por eso pocos leen a Jorge Guillén, a San Juan de la Cruz, a Fray Luis de León, a Alejandra Pizarnik, a Vladimir Mayakovski, a Oliverio Girondo, a Nicanor Parra, entre otros auténticos innovadores. Alfonso Reyes, maestro de la prosa en castellano, acaso el único que supo traducir La Ilíada, tampoco es muy popular. No es casualidad que el Premio Nobel de Literatura no se lo hayan dado a Guillén, ni a Reyes, ni a Borges ni a otros autores auténticos, que no buscan vivir de la Literatura, sino vivir por ella.
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