Las cartas que intercambió a lo largo de su existencia y el contenido de “Memoria de los acontecimientos más particulares de mi vida” han sido fundamentales a la hora de reconstruir las vivencias de José Cadalso y Vázquez de Andrade, un español que solía firmar sus obras con el seudónimo de Dalmiro.
Este hombre que nació el 8 de octubre de 1741 en Cádiz fue educado por el jesuita Mateo Vázquez, su tío, ya que su madre falleció en el parto y su progenitor trabajaba en el extranjero.
José tuvo oportunidad de formarse académicamente primero en Francia y, más tarde, en Inglaterra. En Italia y la actual Alemania, además, se especializó en idiomas.
En su adolescencia, ya de regreso en su país de origen, asistió al Seminario de Nobles de Madrid pero su padre lo sacó de allí y lo hizo viajar nuevamente a París y a Londres. Volvió a España y, en 1762, se incorporó al Regimiento de Caballería de Borbón.
Cuando se le atribuyó la autoría de un libelo presentado como “Calendario manual y guía de forasteros en Chipre”, le llegó el momento del destierro y permaneció en Zaragoza hasta 1770. Por ese entonces, inició un romance con la artista María Ignacia Ibáñez, quien falleció en abril de 1771 por fiebre tifoidea.
Quien fuera comandante de escuadrón y, con el tiempo, coronel, tuvo muchos amigos pertenecientes a círculos literarios y a la tertulia de la Fonda de San Sebastián. Junto a ellos, Cadalso compartió no solamente cuestiones personales sino también momentos creativos.
“Ocios de mi juventud”, “Los eruditos a la violeta”, “Cartas marruecas” y “Noches lúgubres” son algunas de las publicaciones que permiten apreciar las habilidades literarias de este autor que fue nombrado Caballero de la Orden de Santiago.
El 27 de febrero de 1782, tras ser herido en combate, José Cadalso encontró la muerte en la ciudad española de San Roque. Para su morada final, se eligió la Iglesia Parroquial Santa María La Coronada de la localidad donde perdió la vida.
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