La vida del filólogo, crítico, dramaturgo y escritor español Juan Eugenio Hartzenbusch Martínez comenzó el 6 de septiembre de 1806 en territorio madrileño.
Apenas dos años después de su llegada al mundo falleció su madre, María Josefa Martínez Calleja, y a partir de entonces él vivió con su hermano y su padre, un ebanista alemán, en la localidad de Valparaíso de Abajo, retornando a la capital de su país en 1815.
Pese a haberse formado en el Colegio de San Isidro (donde se especializó en Humanidades e idiomas) con la idea de tomar los hábitos, Juan Eugenio optó por trabajar junto a su padre y en otros talleres.
A poco de haber contraído matrimonio con María Morgue en 1820, el autor quedó viudo y, con el tiempo, volvería a apostar a la vida en pareja junto a Salvadora Hiriart, junto a quien tuvo a su heredero José Eugenio Hartzenbusch e Hiriart.
Impactado por el universo cultural, a partir de 1825 se dedicó a traducir obras de Alejandro Dumas, Voltaire y Molière.
En 1834, después de aprender estenografía, se incorporó al periódico “Gaceta de Madrid” y, en 1837, año en el cual saltó a la fama con un drama titulado “Los amantes de Teruel”, Hartzenbusch comenzó a trabajar en “Diario de Sesiones del Congreso” como taquígrafo. Presidir el Consejo de Teatros, dirigir la Escuela Normal y llegar a ser director de la Biblioteca Nacional fueron otras de sus actividades.
“Doña Mencía”, “La madre de Pelayo”, “La luz de la raza”, “Los polvos de la madre Celestina”, “Fábulas”, “La coja y el encogido” y “La visionaria” son algunas de las creaciones artísticas de este hombre que, en 1847, fue admitido en la Real Academia Española.
El 2 de agosto de 1880, la vida de Juan Eugenio Hartzenbusch llegó a su fin en la misma ciudad que décadas antes lo había visto nacer.
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