El canadiense Leonard Norman Cohen, cuya muerte sorprendió y entristeció a numerosas personas días atrás, era, ante todo, un artista. A lo largo de su vida sumó experiencia como cantautor y como escritor, por ese motivo (gracias a su producción literaria y a sus logros en el campo de las letras) en muchas ocasiones fue noticia en Poemas del Alma.
Este hombre que nació en Montreal el 21 de septiembre de 1934 fue hijo de Nathan Cohen y Marsha Klonitsky. Se educó en instituciones como Roslyn Elementary School y Westmount High School, además de haberse formado en guitarra, música y poesía.
En su juventud, este autor que en 2011 obtuvo el Premio Príncipe de Asturias de las Letras fue alumno de la Universidad McGill ubicada en su ciudad natal, donde presidió la Canadian University Society for Intercollegiate Debate y logró ganar con dos composiciones poéticas la Chester Macaghten Literary Competition. Tras graduarse, frecuentó la facultad de Derecho durante una temporada y cursó unos meses en la Escuela de Estudios Generales perteneciente a la Universidad de Columbia.
Hacia fines de la década del ’60, desmotivado por la escasa repercusión de su actividad literaria, Cohen decidió instalarse en Estados Unidos y probar suerte como cantautor folk. Con el tiempo, para su satisfacción, lograría popularidad y admiración mundial tanto por sus aportes a la música (arte que le permitió recorrer muchos países) como por sus habilidades poéticas.
De querer disfrutar el legado de Cohen en español hay que tener en cuenta títulos como “Flores para Hitler”, “Libro del anhelo”, “La energía de los esclavos”, “La caja de especias de la tierra”, “Memorias de un mujeriego”, “Los hermosos vencidos” y “Un acorde secreto”, por ejemplo.
Una caída en el medio de la noche, lamentablemente, hizo que el 7 de noviembre de 2016 este admirado artista de fama internacional se sumiera en un sueño eterno. Según trascendió, tras ese pequeño accidente doméstico Leonard Cohen se durmió y no volvió a despertar. Sus restos, anunciaron sus hijos, fueron enterrados en Montreal en un “ataúd de pino sin adornos”, tal como él lo había pedido. Su figura, en tanto, se mantiene viva y presente gracias a los libros y a las canciones que él creo.
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