El nacimiento de Ludwig Anzengruber, un hombre de origen austríaco que consiguió ser admirado por distintas generaciones de lectores y quedar inmortalizado gracias a sus novelas y poesías, se produjo en Viena el 29 de noviembre de 1839.
Según se cuenta, Ludwig eligió probar suerte en el creativo mundo de las letras en honor a su padre, Johann Anzengruber, quien en privado solía cultivar su faceta de poeta pese a no obtener reconocimiento por ello.
Cuando él murió, Ludwig era un niño de apenas cinco años de edad, razón por la cual su progenitora, Maria Herbich, tuvo que recurrir a la ayuda de su madre para poder criar, educar y mantener al futuro escritor. Fueron tiempos difíciles y marcados por muchas privaciones, pero quien le dio la vida se esforzó siempre para brindarle a su hijo las herramientas que le permitieran progresar y defenderse por sí mismo. Gracias a sus sacrificios, pues, Anzengruber pudo asistir a la escuela elemental Paulaner y ampliar sus conocimientos en un secundario piarista.
En 1856, tiempo después de haber abandonado el colegio por voluntad propia, Ludwig fue aprendiz en la librería Sallmeyer, donde aprovechó al máximo la oportunidad de leer.
Si bien la lectura le atraía, este austríaco que en su juventud padeció un severo brote de fiebre tifoidea prefirió probar suerte como actor profesional, pero su elección no tuvo los resultados esperados y, a partir de 1866, el frustrado artista se enfocó a la creación de dramas y cuentos.
«El sacerdote de Kirchfeld», «El granjero perjuro», «La hija del usurero», «El gusano de la conciencia», «La marca de la vergüenza» y «La mansión Sternstein» son algunos de los títulos que forman parte de la producción literaria de este poeta y novelista que también supo sumar experiencia como empleado de los cuarteles de la Policía Imperial de Viena y como editor de medios como «La Patria», «Le Figaro» y «Mensajero de Viena».
Ludwig Anzengruber falleció el 10 de diciembre de 1889 a causa de ántrax.
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