El otoño de 1942 trajo como novedad a la localidad de Villablino el nacimiento de Luis Mateo Diez. Aquel ya lejano 21 de septiembre, este pueblo de León (España) vio nacer al hijo del secretario del Ayuntamiento, un pequeño que, con el tiempo, se convertiría en uno de los grandes valores de las letras españolas.
Luis Mateo Diez creció en Villablino hasta los doce años de edad, cuando se trasladó junto a su familia a la ciudad de León. Durante su juventud, de todas formas, se formaría en Derecho en Madrid y Oviedo.
Sus primeras publicaciones literarias fueron poemas presentados en una revista que co-fundó junto a otros escritores leoneses: “Claraboya”. Su producción poética, de todas formas, no sería demasiado intensa, más allá de algunos poemarios (como “Señales de humo”).
La mayoría de las obras de Mateo Diez, por lo tanto, se enmarcan en el ámbito de la narrativa, con cuentos y novelas como “Memorial de hierbas”, “Apócrifo del clavel y la espina”, “Las estaciones provinciales”, “Camino de perdición”, “La fuente de la edad”, “El expediente del náufrago”, “El eco de las bodas”, “El paraíso de los mortales”, “La ruina del cielo”, “La gloria de los niños” y “La cabeza en llamas”, entre muchos otros libros.
Estos trabajos le permitieron recibir galardones como el Premio Nacional de Narrativa y el Premio de la Crítica, ambos en dos ocasiones, el Premio Café Gijón y el Premio Castilla y León de Las Letras. Su relevancia en la literatura española también lo llevó a formar parte, desde 2001, de la Real Academia Española (RAE), entidad en la que ocupa el sillón “I”.
Traducido a una gran cantidad de idiomas, Luis Mateo Diez es uno los Patronos de Honor de la Fundación de la Lengua Española, distinción que comparte con Antonio Colinas, José María Merino y otros autores y académicos.
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