Entre los máximos exponentes de la poesía lírica de Bolivia aparece Octavio Campero Echazú, un hombre que nació el 21 de noviembre de 1900 en la ciudad de Tarija y que aún hoy, a través de su legado, sigue cautivando con sus versos a lectores de distintas generaciones y nacionalidades.
Este descendiente de la pareja conformada por Mercedes Echazú Suárez y Manuel Campero de la Peña, tras iniciar su formación académica en su localidad natal, se trasladó a Sucre para cursar sus estudios universitarios. En 1931, quien presidiera en la Universidad de San Francisco Xavier de Chuquisaca la Federación de Estudiantes, se licenció en Ciencias Políticas y en Derecho. En esa institución que lo tuvo como alumno llegó a dar clases de Filosofía Jurídica, mientras que también sumó experiencia como profesor en la Escuela Normal de Sucre.
En 1937, este autor que se desempeñó como corresponsal en periódicos de Chile y Argentina celebró su boda con Delia Zabalaga Canelas. La vida de ambos transcurrió en Tarija, donde Octavio dirigió el Colegio San Luis, colaboró con la Universidad Misael Saracho (entidad que lo condecoró como Maestro de la Juventud Tarijeña) como promotor y puso su creatividad artística al servicio de la poesía lírica.
“Amancayas” fue la obra que, en 1942, le dio una notable popularidad como poeta tanto dentro como fuera de su patria. Décadas más tarde, después de haber obtenido el Premio Nacional de Poesía, amplió su producción con “Al borde de la sombra”.
Este Hijo Predilecto de la Ciudad de Tarija encontró la muerte en Cochabamba el 5 de julio de 1970. De modo póstumo, Octavio Campero Echazú fue recompensado con el Gran Premio Nacional de Literatura otorgado por el Ministerio de Educación y Cultura de Bolivia. Su viuda, además, renovó el interés general por su legado al lanzar, en 1971, el material que el escritor no había llegado a publicar: “Aromas de otro tiempo”.
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