En el siglo XVI vivió una de las principales referentes de la poesía mística: Teresa Sánchez de Cepeda Dávila y Ahumada, nacida el 28 de marzo de 1515 en la localidad española de Ávila. Esta mujer, que fundó las Carmelitas Descalzas, suele ser nombrada como Teresa de Ávila o como Santa Teresa de Jesús.
Teresa mostró su vocación religiosa desde temprana edad. También evidenció pronto su interés por la literatura, en especial por las novelas de caballería. En 1533, pese a la oposición de su padre, ingresó al Convento de la Encarnación con el objetivo de convertirse en monja.
Su salud, sin embargo, le generó numerosos problemas. Dos años después, su padre la trasladó a Castellanos de la Cañada con el objetivo de que mejore. Luego se mudó varias veces más, pero su estado nunca fue bueno. De hecho, estuvo paralítica durante unos dos años.
En 1539, ya mejorada, regresó al convento e intensificó su vida espiritual. Teresa impulsó reformas religiosas e inició sus fundaciones con la creación del Convento de San José en 1562. Por sus trabajos y su fe, fue beatificada en 1614, canonizada en 1622 y convertida en Doctora de la Iglesia en 1970.
Santa Teresa de Jesús supo volcar su fervor religioso en sus escritos. Obras como “Camino de perfección”, “Las moradas”, “Meditaciones sobre los cantares” y “Desafío espiritual” son reconocidas como guías espirituales de gran relevancia, pero también como textos de calidad literaria y poética.
Tras descompensarse en Alba de Tormes, Santa Teresa de Jesús falleció el 4 de octubre de 1582. Sus restos fueron mudados en varias oportunidades e incluso fueron hallados incorruptos casi un siglo después de su deceso.
Algunos intelectuales, como José Jiménez Lozano (quien ganó el Premio Cervantes en 2002), han lamentado el reconocimiento tardío que la religiosa obtuvo como escritora, aunque con el tiempo su figura ha sido revalorizada.
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