Más allá de las polémicas de cada edición y de la calidad de los galardonados, pocos discutirían que el Premio Nobel es la distinción literaria más famosa del mundo. Ganar el Nobel equivale a fama inmediata en casi todos los rincones del planeta. Esta particularidad es fácil notarla hoy, cuando el Nobel tiene más de un siglo de historia, pero hubo un momento en el que este premio era más «novedoso» que «famoso».
René François Armand Prudhomme, más conocido como Sully Prudhomme, tal vez no sabía en 1901 que, al ser distinguido con la primera edición del Nobel de Literatura, se haría acreedor de un premio que lo incluiría en los registros históricos. Este ensayista y poeta nacido el 16 de marzo de 1839 en París, sin embargo, hoy es famoso más por ese detalle que por la calidad de su obra.
La historia cuenta que Prudhomme primero estudió ingeniería y más adelante, leyes y filosofía. Las buenas repercusiones que tuvieron sus primeros poemas, sin embargo, lo volcaron a la carrera literaria.
«La justicia», «Estancias y poemas», «La dicha», «Los vanos afectos» y «Los destinos» son algunos de sus libros más importantes, que le permitieron no sólo ganar el primer Nobel de Literatura, sino también ser escogido como integrante de la Academia Francesa en 1881, ocupando el sillón 24.
Un año después de obtener el Nobel, Prudhomme fue uno de los fundadores de la Société des poètes français (Sociedad de poetas franceses), que nació en homenaje al centenario del nacimiento de Víctor Hugo y que aún sigue vigente.
Aquejado por problemas de salud durante décadas, Sully Prudhomme falleció el 6 de septiembre de 1907 en Châtenay-Malabry. Sus restos reposan en el famoso cementerio de Père Lachaise, cerca de otros escritores como Guillaume Apollinaire, Miguel Ángel Asturias, Honoré de Balzac y Marcel Proust, entre otros.
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