Con un dominio extraordinario del idioma japonés aplicado a la creación literaria y algunas vivencias propias como inspiración, el escritor Hideo Yamanouchi logró cautivar a cientos de críticos y lectores de distintas generaciones y nacionalidades, consiguiendo así que su esencia siga viva mediante su legado.
Ton Satomi fue el seudónimo que este hombre nacido en la ciudad de Yokohama el 14 de julio de 1888, eligió para firmar sus obras. Perteneció a una adinerada familia y compartió el oficio cultural con sus hermanos Ikuma y Takeo Arishima. Él tuvo otro apellido porque, de acuerdo a los registros, fue adoptado de manera legal por parientes de la rama materna.
Tras formarse en la escuela Gakushuin y descubrir en ese marco el fantástico mundo de las letras, Ton asistió a la Universidad de Tokio, aunque dejó de ir a clases en 1910 y no completó la carrera.
Con Saneatsu Mushanokōji y Naoya Shiga, intelectuales a los que conoció gracias a uno de sus hermanos, conformó una agrupación que tuvo una revista literaria y se llamó “Shirakaba”.
“Kotoshidake”, “Tajo Busshin” y “Chuokoron” fueron los relatos que le permitieron sobresalir como novelista. “Tsubaki” y “Higanbana” son otros títulos que forman parte del legado de este autor que contrajo matrimonio con Masa Yamanaka. Algunos de sus libros, además de haber sido traducidos, fueron adaptados al séptimo arte.
Por su buen desempeño como escritor, a lo largo de su trayectoria Satomi se hizo merecedor de condecoraciones como el Premio Kikuchi Kan, la Orden de Cultura concedida por las autoridades japonesas y el Premio Yomiuri, entre otras.
Quien fuera integrante de la Academia de Arte del Japón, sumó experiencia como guionista de cine y trabajó en la Universidad Meiji como instructor residió a partir de 1924 en Kamakura. Allí encontró la muerte el 21 de enero de 1983 y sus restos fueron llevados al cementerio Kamakura Reien.
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