La educación formal es muy importante e, incluso, obligatoria: nadie puede discutir que las escuelas brindan conocimientos imprescindibles para desenvolverse con éxito en la vida. En el ámbito de la literatura, los estudios académicos también suelen ser considerados como algo relevante para el desarrollo de un escritor.
Existen, claro, las excepciones. Grandes autores que demostraron maestría en la creación de novelas, cuentos o poesías pese a no haberse graduado. Ese es el caso del polaco Wladyslaw Reymont, cuyo nombre real era Stanislaw Wladyslaw Rejment.
Nacido el 7 de mayo de 1867 en Kobiele Wielkie, Reymont nunca completó la escuela primaria. Su padre, organista en un templo, lo envió a Varsovia junto a su hermana mayor para que se forme y así terminó convirtiéndose en sastre. Antes de ser escritor, de todos modos, tuvo múltiples ocupaciones: fue actor teatral, trabajó en el ferrocarril y hasta ofreció servicios como médium junto a un espiritista, mientras viajaba por diversas ciudades europeas.
Su pasión, sin embargo, era escribir. En 1895 publicó «Peregrinación a Częstochowa», un relato breve sobre uno de sus viajes. La buena repercusión del trabajo lo animó a escribir novelas y así aparecieron «La perra», «La comediante», «Fermentos», «El soñador», «La tierra prometida», «Los campesinos», y «El año 1794», entre otras obras. A lo largo de sus textos, Reymont mostró sus conocimientos sobre las distintas formas de vida de su tierra natal y de otras naciones, realizando retratos de carácter realista.
En 1924, gracias en gran parte a los elogios cosechados por «Los campesinos», Reymont obtuvo el Premio Nobel de Literatura. Cuentan las crónicas que el principal candidato polaco para quedarse con el Nobel era, en aquella época, Stefan Zeromski, a quien no lo habrían distinguido por sus declaraciones en contra de Alemania.
El 5 de diciembre de 1925, un año después de recibir el Nobel, Wladyslaw Reymont falleció en la ciudad de Varsovia.
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