Meses después de haber obtenido, en el marco de la edición número 71 del Premio Adonáis de Poesía, un accésit por “Que aún me duelas”, Álvaro Petit respondió con excelente predisposición y un profundo interés la entrevista breve que le hice llegar vía Twitter.
En dicha red social, este hombre que nació en Bilbao se presenta como periodista, historiador y poeta. Cientos de usuarios lo leen a diario por allí y otros acceden a su blog para estar al tanto de sus anotaciones y artículos.
Hay quienes, además, se deleitan con sus habilidades literarias por medio de obras como “Once noches y nueve besos”, “Cuando los labios fueron alas” y “La senda oscura”.
Ahora que ya cuentan con información para disfrutar los trabajos de este exponente del mundo de las letras y poder contactarlo en cualquier momento si así lo desean, los invito a descubrir qué piensa y cómo trabaja Álvaro Petit Zarzalejos.
– En el Premio Adonáis conseguiste un accésit que te permite tener tu obra publicada y cumplir así “el sueño de todo poeta”, tal como expresaste. ¿Qué reconocimiento o respaldo te falta para considerarte cien por ciento satisfecho como autor?
– El “sueño de todo poeta”, creo yo, es publicar en la colección Adonáis -era el mío, al menos-, sin la que no puede entenderse la poesía contemporánea española. Con poder escribir y que alguien te lea es reconocimiento más que suficiente. Aunque a nadie le amarga un dulce.
– Escribir, en tu caso, ¿con qué motivaciones y buscando qué objetivo?
– Pues no lo tengo claro. La reflexión y la contemplación te diría que son mis ‘motivos’ principales; querer preñar el silencio (¡ay, qué cursilada!). ¿Y objetivo? Supongo que lograr algo de luz. Y si dan tus poemas con un espíritu afín, pues mejor.
– Con claridad mental desarrollaste “La senda oscura”: ¿Cuáles son las luces y las sombras que marcan tu actividad literaria?
– Las luces como poeta las encuentro siempre en otros: en Julio Martínez Mesanza, mi maestro, o en Enrique García-Máiquez, un poeta luminoso como pocos. En cuanto a sombras, pocas: las he conocido en el ‘mundo literario’, que es un no-se-qué del que huí despavorido.
– Iniciar un texto, ¿te resulta más sencillo o más complejo que darlo por concluido? ¿Razones?
– ¡Darlo por terminado, sin duda! Aunque puede empezarse y terminarse un poema en el acto, lo normal es que haya que revisitar lo escrito para afinar detalles… Escribir poesía está más cerca de la artesanía que del arrebato o de la posesión de una musa, como creía Platón.
– “Cuando los labios fueron alas” es un título que lleva a pensar en la fuerza ilimitada de la imaginación, en la libertad y en el poder de expresión. ¿Alguna vez te sentiste condicionado o tuviste que apelar a la autocensura al escribir?
– Ni condicionado ni autocensurado. Escribo lo que me da la gana. Publicar es otra historia; publico lo que me aconseja el pudor, que es una virtud hermosísima y que hoy parece proscrita.
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