Carmen de la Cueva observa el mundo con unos ojillos andaluces suspicaces y tiene un sentido del humor muy contagioso.
En esta segunda parte de la entrevista (si no han leído la primera, pueden hacerlo aquí) habla sobre el ensayo que está escribiendo: un texto sobre la literatura que le ha servido de cal y ladrillo para construirse y dar vida a este ambicioso proyecto que es la Tribu de Frida.
P—¿También escribes poesía?
R—Sí, yo empecé escribiendo poesía. Pero luego me empecé a dar cuenta de que el mundo de la poesía, el mundillo de la poesía, era muy frívolo. Pero sigo escribiendo poesía y tengo cosas guardadas que en algún momento saldrán; tengo un par de libros pero están en un cajón: igual, soy una de esas temerosas. Pero en realidad no tengo prisa por publicar mis poemas. Prefiero publicar antes el ensayo que estoy escribiendo, que se va a publicar en una editorial de ensayo, y que se me conozca antes como ensayista o como crítica literaria antes que como poeta. Porque a eso sí le tengo temor, a que se me considere poco relevante o no sé, una más.
P—¿Y crees que entrando como ensayista puedes ser más respetada?
R—Quizás… porque la poesía joven a veces está tan mal vista, y como ya no tengo esa prisa por publicar que sí tenía a los 20… Pero yo creo que es justo que cada uno en su edad escriba lo que le corresponde; y esos poemas están ahí. No es que yo no los haya escrito, pero es que llegó un momento en que me di cuenta que no necesitaba publicar y eso fue un alivio. Fue un alivio porque antes estaba muchísimo más desesperada por estar por ahí y ahora creo que si estoy será porque mis textos se valoren y no porque tenga veinte años y publique un libro.
P—Y del ensayo ¿nos puedes contar algo?
R—Pues, es un ensayo feminista pero desde un punto de vista autobiográfico. Y es como un viaje circular.
(Silencio)
P—Bueno, cuéntame si quieres y puedes… Ya sé que hay muchos autores que se resisten a contar sobre lo que están trabajando… no sé si es tu caso.
R—Yo no sé si soy autora, pero es verdad que, a ver, es que estoy todavía en los primeros capítulos y montando la estructura. Porque quiero que sea un ensayo osado, un ensayo diferente, no sé. Tengo en la cabeza un puzzle de lo que quiero que sea y no sé si luego la realidad de lo que acabará siendo tendrá algo que ver con lo que hay en mi cabeza.
»Quiero que sea el viaje de mi yo adolescente o posadolescente que vivía en el pueblo y sentía esa necesidad de salir afuera porque lo que le faltaba no lo encontraba allí. También, un poco hablar de mi familia: de la historia de mi bisabuelo que fue alcalde republicano y estuvo en la cárcel durante la guerra civil, y quiero hablar de todo lo que hizo mi bisabuela para cuidar de sus cinco hijos y mantener la casa en la ausencia de él. Esa historia es muy importante en mi identidad porque me la vienen contando desde pequeñita y es uno de los hilos que me unen al pueblo.
»Y quiero seguir el viaje visitando cada uno de los sitios donde he vivido, porque he vivido en cuatro países diferentes durante cuatro años, y quiero contar cómo era yo en aquel momento, cómo era ser mujer en aquel momento o chica joven y cómo es volver con todo lo que sé ahora y, sobre todo, por lo que me he dado cuenta: he vuelto al origen, he vuelto al pueblo, he vuelto al agujero en la Andalucía profunda y me he dado cuenta de que no me faltaba nada, de que estaba todo dentro de mí. Y quiero contar ese viaje.
P—¿Y cómo piensas unificar toda esta experiencia personal en el ensayo?
R—Pues por una parte yo quiero usar las referencias para hablar de la familia y de mí misma. Entonces quiero recoger testimonios de familia para reconstruir mi experiencia. Pero, por otro lado, también buscaré testimonio de bibliografía de mujeres que vivieron esa época, e ir reconstruyendo así ese largo viaje.
P—¿Y esa vena literaria de dónde te viene?
R—Pues, antes de que yo naciera no había nadie que hubiera estudiado ni había apenas libros en casa, sólo había un ejemplar de «Orgullo y prejuicio»; pero de pequeña vieron que leía y que quería leer, y siempre me han regalado muchos libros.
»Durante mucho tiempo tuve un conflicto de identidad con esto porque me preguntaba: ¿por qué yo leo?, ¿por qué yo escribo?, ¿por qué me gusta esta vida interior?, ¿por qué no soy como mis amigas que beben, que fuman, que salen de fiesta y que no se preocupan por lo que va a ser de ellas?, ¿por qué? Era un horror, porque no podía pensar con claridad. Y me preguntaba: ¿quién hay en mi familia que lea?, ¿por qué yo soy así?
»Y entonces empecé a pedirles a mi abuela y a mi tía abuela que siguieran contándome la historia de este bisabuelo que estuvo en la cárcel y me contaron que mi bisabuelo Pepe era un gran lector, era un lector voraz que desde pequeño se acababa todo el petróleo de la lamparita leyendo por las noches y su madre siempre le reñía. Y también fue un hombre muy soñador que incluso en la cárcel inventó una máquina de fideos para poder mantener a la familia cuando saliera. Entonces, en ese momento empecé a encontrar esas correspondencias con mi bisabuelo y me quedé más tranquila, sabiendo que, bueno, que se había saltado un par de generaciones pero que toda esa vocación literaria había ido a parar a mí, porque mis hermanos no la tienen ni ninguno de mis primos, sólo yo.
P—¿Y también escribía tu bisabuelo?
R—No sé si escribía.
P—¿Odiamos más a nuestras madres por sumirse al patriarcado o a nuestros padres por imponerlo?
R—A mi padre. También esto quiero contarlo en «La mujer subterránea», no sé si te he dicho que así se llamará el ensayo. Mi madre estaba en el Instituto y se quedó embarazada de mi padre (yo era el bebé) sin estar casados. Mi madre quería seguir estudiando y ser enfermera, pero fueron mis abuelos los que le recomendaron, no llegó a haber una prohibición taxativa de decir ¡No, no estudies más!, pero se presuponía que si se quedaba embarazada pues ya lo iba a dejar todo. Y entonces se casaron muy deprisa, me tuvieron muy deprisa y se fueron a vivir con mis abuelos.
»Yo siempre siempre he tenido una relación muy cercana con mi madre. Mi madre para mí es como una amiga. Y tengo muchas ganas de sentarme con ella, hablar y que me cuente cómo fue aquello; cómo lo vivió. Porque siento que nos faltan esas experiencias de nuestras madres, de cómo enfrentaron ellas los problemas que hoy en día nosotras seguimos enfrentando. Y a veces hay poco diálogo entre generaciones. Quiero hablar también de las mujeres de la familia: en un momento éramos cuatro generaciones de mujeres conviviendo…
»Volviendo a la pregunta; diría que odio más a mi padre porque viene de un entorno más tradicional que el de mi madre y él es un machista. Incluso a veces veo que él es más exigente y temeroso conmigo que con mi hermano que tiene 22 años. Y mira que yo no vivo en mi casa, pero sigue sintiendo una preocupación excesiva por el hecho de que yo sea chica. Y tampoco hace muchas tareas en casa… Y sigo viendo a mi madre sometida a eso… Pero lo quiero también, ¿vale?
***
Y caminando llegamos al MUPAM donde Carmen y Cristina Consuegra hicieron una preciosa y evocativa defensa del feminismo cuyo resumen pueden leer aquí.
Comentarios1
Me parece muy interesante la entrevista, y estoy muy de acuerdo con la reflexión final.
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