Con esa simpatía y esa frescura comenzaba la entrevista-diálogo que Flavia Company tuvo la delicadeza de brindarnos. Si no han leído la primera parte, pueden hacerlo en este enlace. Si ya lo han hecho, aquí podrán encontrar muchas más respuestas en torno a Por mis muertos.
— La historia del caracol es la que más me ha pegado. Sobre todo, porque después de leerte me mudé a una casa donde había un caracol adherido a un azulejo de mi nueva cocina. Lo cierto es que más allá del estupor, la sorpresa y la emoción, me hizo reflexionar muchísimo sobre la conexión que existe entre estos animalitos, la abuela del cuento y yo (¿tres extranjeros?)… ¿Es como si de alguna forma por llevar su casa a cuestas el caracol fuera un símbolo del exilio permanente? Me interesaría saber cómo surgió la semilla de esta historia.
— Lo del hallazgo de un caracol en tu nueva casa es fascinante. ¿Habría estado ahí ese caracol si no hubieses leído mi cuento?
La semilla de ese cuento fue una conferencia acerca de la literatura entre dos orillas. Creo que en efecto el caracol representa muy bien la imagen de los nómadas. Lleva uno lo imprescindible a cuestas. Tan imprescindible que sin ello perecería. La dificultad de la vida estriba en reconocer lo imprescindible.
— Moya parece una historia arrancada de lo más profundo de tu memoria: un relato tristísimo y realista hasta más no poder. ¿Cómo nace una historia así? ¿Es la memoria la impulsora de la mayoría de tus relatos?
— Bueno, es triste pero termina bien, ¿no? Así que ya no es tan triste. Lo digo porque el relato Qué habrá sido de Moya es uno de los textos que más claramente muestran una de las constantes del libro, que es la aparición de la justicia poética, entendiendo justicia poética como el restablecimiento de cierto orden universal.
No es la memoria la herramienta que utilizo para escribir, no creo. Entre otras razones porque la memoria es a su vez narración, ficción, discurso ordenado según la pericia de su dueño. Empleo algunos detalles de la realidad, sí, pero básicamente lo que hago es buscarles su estructura, lo que los hace posibles, su explicación. Hablaría por lo tanto más de imaginación que de memoria. Tomo los detalles como un paleontólogo tomaría un hueso o un fósil y reconstruyo lo que lo rodeó, lo que le dio existencia. Hasta que todo cuadra.
Literatura y alteregos
— Algo que me interesa especialmente de la literatura es la proyección que ciertos autores son capaces de hacer a través de los personajes. Si nos fuéramos a un caso extremo, el bagaje literario de Pessoa no sería tal sin la ayuda de sus diversos alteregos. En tu caso, Andrea es un alterego construido con mucha destreza; uno de esos narradores o protagonistas, según el cuento, que no te permiten dudar acerca de la veracidad de los hechos. ¿Buscabas a través de ella unir todos los relatos o hay un interés particular en que otra persona cuente tus historias, tus secretos, tus ocurrencias?
—Andrea era justamente ese lugar narrativo desde el que contar las historias para que encarnaran en la sensación de verdad. Andrea es el puente entre ficción y realidad. Es el puente que desaparece en cuanto se ha leído lo escrito: el lector mira hacia atrás y no tiene adonde volver. Y disponiendo de un solo lado en que quedarse, elige el de la verdad, claro. Es una necesidad llamémosla… Geométrica.
— Los diarios son seguramente lo más cerca que la literatura estará de la realidad, porque son historias que se cuentan cuando apenas han ocurrido. Casualmente uno de los relatos más fuertes y que aparenta rozar con más ahínco la realidad es “secreto”. ¿Qué te interesa de los diarios? ¿Te gustaría escribir un libro de relatos a modo de diario íntimo?
— Los diarios no llegan a ser ficción. Son solo mentira.
Me interesan como elemento literario, sí, pero no como elemento de la realidad. No escribo diarios. Y tampoco los leo. Nunca han conseguido interesarme. Me parecen un escaparate del ego, esa gran trampa de la que es tan complicado deshacerse.
— El destornillador de Texas es una fantástica historia donde se ponen en evidencia los traumas, lo poco que somos conscientes de ello y lo mucho que influyen en las decisiones que tomamos cada día. No obstante, hablar de ello seguramente es la forma más saludable de interceptarlos. ¿Es para vos la escritura una forma de enfrentarte a tus miedos y volverlos algo tangible? ¿Te interesa la relación que se establece entre las marcas en la psique y la realidad que cada uno se construye (su ficción)?
— Fantástica, en efecto. Como vos decís, ese relato muestra el mal uso que podemos hacer de nuestra mente cuando la llevamos hasta el temor. El miedo teje tapices que tapan de manera tupida y perfecta lo que de verdad hay. El miedo adorna, recorta, amortigua. El miedo es el pensamiento del miedo. No hay miedo si no se piensa en el miedo.
Etiquetas e historia de la humanidad
— La forma en la que cerrás el libro es fantástica. Especialmente me gusta que el primer cuento hable sobre la soledad en medio de la compañía y el último sobre la compañía en la soledad; quizás, en ambos casos, esa desolación ha sido impuesta por el entorno. Además hacés un guiño fantástico a lo poco que hemos avanzado en materia de igualdad: en Singapur las relaciones homosexuales se consideran un delito. ¿En parte esto confirma lo que dice el abuelo de Andrea “la historia humana es pura repetición”? Teniendo en cuenta los muchos retrocesos que hemos visto en los últimos años en este aspecto (ataques neonazis, aprobación de la ley contra el aborto, etc), ¿creés que en el fondo como sociedad estamos paralizados como el caracol en el azulejo?
— Nos viene muy bien el tema de la anterior pregunta: el miedo es la explicación de todo. Y la intolerancia se explica desde el miedo: el miedo de convertirnos en el otro.
Y ese «otro» existe porque tenemos muy arraigada la creencia de que existe lo propio, aquello a lo que pertenecemos. El otro es el de otra familia, otra religión u otra patria. No hay mayor muestra de ignorancia que considerar a otro ser humano un ser distinto de uno mismo.
Pero hablar de «los otros» es una fantástica -y podríamos usar el término en su sentido literal-, una fantástica manera de justificar la violencia, la guerra, la injusticia, la desigualdad. Una fantástica manera de calmar las conciencias de quienes defienden a los suyos. Y los defienden porque los tapan, los adornan, los disimulan: otra vez el miedo. El miedo de verlos tal como son: idénticos a los otros.
— Los relatos que giran en torno a la identidad sexual me parecieron sumamente certeros. ¿Hubo una intención de postularte contra los prejuicios sociales, familiares y tradicionales? ¿Creés que a través de la escritura se pueda conseguir un cambio respecto a la forma en la que se acepta a las minorías sexuales (creo que seguir hablando de minorías es absurdo, casi como decir que las escritoras pertenecen a la minoría en el mundo de la literatura); que será posible un mundo en el que ya no existan etiquetas como “literatura de género”, “literatura homosexual”, “cuentos gays”, etc?
—Qué preguntas tan bien encadenadas, Tes. Me permiten remitirme a mis respuestas anteriores. El nuevo orden social sólo puede provenir de la consciencia de que somos parte de un todo. Un todo que es parte de nosotros. No sólo con los demás seres humanos sino con el planeta entero. El universo. ¿Puede la escritura cambiar algo?
La literatura nos acompaña, hace que nos sintamos menos solos. Y las personas que se sienten acompañadas, acompañadas en lo más profundo de su alma -las personas que leen son conscientes de tener un alma, la llamen como la llamen- tienden a sonreír más y mejor. Y con la sonrisa comienza algo muy distinto al enfrentamiento, la intolerancia y las guerras.
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