Zaragoza es la tierra de origen de Isabel Abenia, una artista que, además de dedicarse a la pintura y a la escritura, se formó en Arte e Historia Medieval y se ha licenciado en Derecho.
Para descubrir sus habilidades literarias se puede optar por la lectura de “El traductor” o ir más atrás en el tiempo y posar la atención en la trama de “El alquimista holandés”. También “La última Sibila”, “Erik el Godo” y “Agripina” enriquecen su producción.
A continuación hay cinco respuestas breves que, con una excelente disposición y un entusiasmo encantador, elaboró a pedido de Poemas del Alma a fin de expresarse en torno a sus libros. Si les atraen las novelas históricas o desean mantenerse al tanto de sus novedades profesionales, no duden en leer sus obras y contactarla por redes sociales.
– ¿Por qué, desde tu punto de vista, cada vez hay más interesados en leer y narrar novelas históricas?
– Desde el punto de vista del lector es factible disfrutar con la novela histórica como con cualquier otro género, pero con un añadido único: aprender Historia a la vez. Desde el del escritor, qué puedo decirte, la Historia es mi pasión.
– Desde que lanzaste “El alquimista holandés” hasta ahora, ¿qué fuiste aprendiendo, descubriendo, cambiando o, incluso, manteniendo en tu camino como novelista?
– Desde mi primera novela he mantenido el componente fundamental del suspense; sin embargo, he ido aprendiendo cómo mejorar la narrativa y a jugar con el lenguaje. La escritura es como cualquier profesión, la experiencia es un grado.
– ¿Cómo te ha resultado la etapa de creación de “El traductor”? ¿Quedaste conforme con la versión final?
– “El traductor” es una de mis obras favoritas, al escribirla me sentí completamente sumergida en un argumento que considero apasionante y plagado de matices. Su trama, entre dos épocas y con lenguajes distintos, me ha enriquecido como escritora.
– ¿Cuál fue el germen, el punto de inicio, que impulsó tu deseo, idea o necesidad de elaborar “La última Sibila”?
– Dar visibilidad a una figura tan relevante en la época antigua como eran las sibilas, unas mujeres extraordinarias que ponían voz a las respuestas de los dioses, ya que los oráculos resultaban cruciales en aquella época por ser intermediarios entre la divinidad y los mortales.
– ¿De qué modo trabajaste, a qué recursos apelaste, para intentar dar lo mejor de ti en “Erik el Godo”?
– No existía ninguna novela sobre el periodo visigodo en Zaragoza y la documentación fue muy complicada; también trabajé mucho la trama, además, uno de sus personajes resultó tan magnífico que lo he vuelto a utilizar en “El traductor”.
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