Miguel Albero: «Esperamos porque somos conscientes de que esperamos»

Entrevista Miguel Albero (Primera Parte)Llego temprano al Hotel Málaga Palacio. Procuro romper con mi religiosa impuntualidad esta vez: habría resultado sumamente paradójico hacerle esperar a Miguel Albero que acaba de publicar «Godot sigue sin venir. Vademécum de la espera» (Páginas de Espuma), un ensayo en el que se anima a ponerle nombre a las muchas formas que tenemos los humanos de esperar y de hacernos esperar. Albero, que además de escritor es el embajador de España en Honduras, habla con calma y llena de aciertos la tarde ventosa. Comenzamos.

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P—Aunque intuyo que puedes acogerte a la frase de Beckett y decirme que no sabes qué es la espera y que todo lo que sabes lo has escrito en este libro, voy a intentarlo. ¿Qué es la espera?

R—Bueno, «La Espera» es un pueblo de Cádiz. Además la espera es lo que hacemos todos: desde que nos levantamos no paramos de esperar. Y sin embargo, nunca pensamos en la espera. El origen del libro es un poco ese. Me gusta mucho la etimología y en este caso parto de por qué el español es el único idioma en el que esperar de anhelar y de aguardar se dice de la misma manera, lo cual es terrible porque nos hace seres pasivos. Estamos esperando a que vengan las cosas.


P—¿Y cómo surge la idea de tratar un tema, que a simple vista puede parecer filosófico, desde un punto de vista absolutamente literario? Me refiero a que lo has abordado desde la concepción que la literatura ha tenido sobre la espera.

R—Me pasó como con el fracaso, que fue el tema de mi ensayo anterior y que también partía de una frase de Beckett: «fracasa otra vez fracasa mejor». Son dos temas que, curiosamente, tanto el fracaso como la espera, no ha tratado la filosofía o ha tratado muy poco la filosofía y sin embargo los ha tratado mucho más la literatura.


P—¿Y por qué crees que la filosofía se ha resistido más a tratarlo?

R—Porque tiene que ver con el tiempo. En el momento en que comienzas a escudriñarlo dices: la espera tiene que ver con el tiempo, está hecha de tiempo. ¿De qué tiempo? Pues, no del tiempo cronológico sino psicológico. Por eso el reloj de arena es una metáfora perfecta de la espera. Porque el reloj de arena no te está diciendo en qué hora estás, en qué tiempo estás, te está diciendo lo que te falta, lo que te queda por esperar. La segunda cuestión, aparte de ese tiempo psicológico, es que el hombre es tendencia por su naturaleza que es dinámica y no estática, y la espera es al revés, te dice: «quédate quieto». Ese es el segundo componente de la espera. Y el tercero, que es justo lo que nos distingue de los animales, es la conciencia. Esperamos porque somos conscientes de que esperamos, si no somos conscientes no esperamos.


P—¿Y los animales no esperan? Yo vivo con cuatro perritas y cuando salgo de casa me esperan. Es decir; no es que simplemente vienen a recibirme, se ponen ansiosas cuando voy llegando…

R—Es un debate interesante porque eso significa que son conscientes.

Entrevista Miguel Albero (Primera Parte)


P—Sí, yo estoy convencida de ello. ¿Tú no?

R—Sí, los perros esperan, es verdad. Está esa espera preciosa de un perro que iba siempre a esperar a la estación a un tipo que viajaba en tren, y el tipo falleció y el perro sigue yendo. De hecho le han hecho un monolito ahí. Y lo espera.


P—Usas un lenguaje claro y para nada lírico. ¿Te preocupa que el poeta interfiera en el ensayista?

R—Digamos que yo soy más bien grafómano. He tocado todos los géneros. Si Borges hizo del prólogo un género literario, sólo me falta la posología, los prospectos de los medicamentos como género literario. De hecho soy un poeta tardío, siempre más prosaico que lírico.


P—¿Y consideras que cada género tiene que mantenerse dentro de los límites pactados para ese tipo de escritura?

R—El ensayo pero también la poesía me permiten ver la realidad, son como mi coraza para ver la realidad. Y en este caso he hecho un ensayo que entiendo que es serio pero también gamberro; y eso a la gente que es muy erudita le parece que es demasiado gamberro y a los demás les parece que es demasiado erudito. Por eso estoy muy contento de que le hayan dado el premio porque quiere decir que por lo menos el jurado tenía sentido del humor.


P—Y ése es uno de los puntos fuertes del libro. Porque aunque usas un lenguaje contundente no dejas de lado el humor, como una herramienta para unir las ideas.

R—Sí, me sale natural. Tengo esta vocación taxonomista que me obsesiono con un tema y lo trato de escudriñar por todos los ángulos, y lo que pasa es que siempre lo veo con humor. Pero no es algo deliberado y en este libro menos. Será que el título denota humor… pero es el libro en el que he intentado ser más serio; no sé si lo he conseguido.

Entrevista Miguel Albero (Primera Parte)

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