Pablo García Casado: «El discurso político de un poeta también es posible»

Entrevista Pablo García Casado (Parte II)En su último libro Pablo García Casado le canta a la vida parafraseando a Walt Withman y se resiste a creer en que todo está perdido. Las palabras parecen cuidadas con una cierta religiosidad, y la literatura y la realidad aúnan fuerzas en una obra llena de matices y limpia de lirismos. Continuando con nuestro extenso diálogo en la sede de Córdoba de la Filmoteca de Andalucía, nos adentramos en los vértices de esta monumental obra.


P—En «García» consigues ofrecer dos puntos de vista en la lectura. Por un lado hablas de lo privado y por el otro, de la faceta pública… Bah; la social sería más exacto, ¿quizás?

R—No, la pública está muy bien planteado.


P—¿Y de qué forma se te ocurrió unificarlas? Sí, es evidente que están vinculadas porque uno es a la vez individuo solitario y por otro lado forma parte de una sociedad; pero en este libro, al utilizar el elemento de «la familia», consigues amalgamar ambos roles. ¿Qué ideas te llevaron a componer este libro de este modo?
R—Mira. En el caso de «García» hay dos relaciones con mi biografía privada. Lo del título llegó como casi siempre, al final… ¡Lo de Bruno está bien! Uno va buscando el libro hasta que encuentra el poema.

(Me río)

»No. Es verdad; es verdad. Me estoy reconciliando con Bruno: lleva razón. Uno va buscando las palabras, tanteando… Uno va nombrando cosas que no sabe. Cosas que tienen en la cabeza, que le suceden, que le perturban de alguna manera, en el mejor o el peor sentido. Entonces, yo, que no he sido una persona autobiográfica; en mis tres libros anteriores no lo he sido: he contado cosas que le pasan a la gente, que no tienen que ver conmigo; he escrito con voz de otros, en voz de mujer; me he puesto incluso yo la voz de unos altavoces de una estación de autobuses… así que imagínate la deslocalización de mi voz respecto a mi biografía personal…

»Pero llegó un momento en que había situaciones en mi vida personal que a mí me afectaban de una manera demoledora. La primera, la más pública, era la idea de hasta qué punto la política y el personaje político en España era un personaje absolutamente denostado. La política como tal, ¿no? Siempre se habla de la política para mal. Esto me llevó a pensar: «hay que ver los gángster qué buenos escritores han tenido, ¡eh!» Hay películas magníficas en las que uno se enamoraba de los gángster. Y los convertían en héroes; había una épica… Eran señores cuya única afición era asesinar, matar, crear prostitución y crear situaciones clientelares, y los hemos convertido en absolutos héroes.

(Asiento riéndome)

»¡Es así! Y nos reímos un montón. Y salimos de ver El Padrino diciendo: «¡qué tío; yo quiero ser él!»… Y sin embargo, un señor que gana un dinero (vamos a ponernos en lo mejor, sin ser falsa ingenuidad) porque se dedica a la política, a gestionar la cosa publica, en la gran mayoría de los casos, tiene que soportar el sesgo de ser un político, y sólo por dedicarse, en principio, a trabajar para que los demás vivan mejor… Y fue a partir del personaje literario de los políticos que se me ocurrió hacer una lectura de la política, algo menos previsible de la que en un momento dado yo creía que tenía que tener.

»Es decir, se espera de la política que uno hable mal. Bueno; seamos claros. Cuando desaparece la política llega la economía. Si no hay políticos, hay econocmistas; y si hay economistas, tú estás jodido. Con los políticos es posible que estés jodido alguna vez, es posible que te engañen, pero lo que sí está claro es que el economista no te va a engañar, te va a joder sí o sí. Y planteando esta historia en la esfera pública personal mía (yo no me dedico a la política exactamente sino a la gestión pública, yo no soy político, soy un técnico que estoy aquí llevando esto) pensé en la idea de cómo el país está avanzando a situaciones muy delicadas. Y yo creo que en un momento de crisis, el discurso político de un poeta también es posible. Y el discurso político tampoco tiene que ser la resignación a que todo va a ser terrible, ¿no?

Entrevista Pablo García Casado (Parte II)


P—Sin embargo, en «García» hablas del período poscrisis de una forma devastadora. ¿Como si la solución no estuviera al alcance de la gente?

R—Es verdad que son poemas muy duros sobre la política, pero me parece que había que meterse en la política a fondo; había que intentar ver la política desde dentro. Cuando uno ve un poema político siempre parece que está hecho desde fuera.


P—¿Y volvemos a eso de lo que hablábamos antes, de involucrarte emocionalmente con las palabras?

R—Claro. Es que si tú vas a escribir sobre la política te tienes que meter dentro de la política. Y te tienes que meter a veces en las absurdas decisiones que tienen que tomar los políticos, que son necesarias, en elegir entre lo malo y lo peor. Y es que en general hablamos de la política como si fuéramos adolescentes. «Es que han subido los impuestos, ¡hay que ver!» «Pero es que no tenemos dinero, gilipollas. Si no hay dinero, tendrán que subir los impuestos. Si es que no queda otra». ¡A ver! ¡Entiéndeme! Vamos a ponernos en la realidad. Es que queremos todo…

»Llevado un poco a la esfera familiar. En la esfera familiar yo he tratado, digamos, el sentimiento especular respecto a mí mismo. Te pasa un poco que al tener un hijo te ves a ti mismo en tu padre. Yo hasta entonces no era muy consciente de que tenía padre; pero llega un momento que entiendes un poco los dos lados de la moneda. Y todo esto tiene que ver con tu identidad, con quién eres tú exactamente. Qué parte de ti está en tu padre; qué parte de ti está en tu hijo. Cómo se relacionan estos dos vectores. Qué hay de cada uno; qué es uno. Son problemas más identitarios, ¿no? Entonces, sí necesitaba involucrarme más, pero en mí mismo, ¿no? Y ahí sí tuve que meterme a fondo y hablar de cosas que para mí han sido dolorosas. La experiencia con mi hijo pequeño, por ejemplo, que la he llevado muy mal al principio.


P—Sí, tu hijo es bastante protagonista en todo el libro. Hay varios poemas muy intensos; como ese de Neruda…

R—Sí, es que uno trata de buscar imágenes fuertes, pero cuando tu hijo te dice que está jugando solo en el patio… El patio es sinónimo del mundo. Un poema de un paisano tuyo, Andrés Neuman, se llama «El patio del colegio», y dice algo así como que seguimos pegándonos en el patio, al final. Es un ecosistema que se repite y que me parece perfecto. Y entonces, claro, cuando entiendes que tu hijo se dedica a correr solo por el patio porque está solo y no tiene ganas de hablar con nadie, es fuerte. (Tenía un problema de TGD). Pero cuando yo tenía estos problemas a flor de piel no me atrevía a entrar en ese mundo porque yo veía que no había una salida. Por qué me tiene que tocar esto a mí, me preguntaba. Mi mujer se dedica a la enseñanza, yo a la escritura, ¡has visto lo que hablo! Mi hijo no hablaba…


P—Además manifiestas en algunos de los poemas tu deseo de saber qué piensa, de acercarte a su soledad; hay un poema en el que te preguntas con qué soñará…

R—Sí, es que también hago una revisión de la paternidad que quizás por momento parece más escrito por una mujer que por un hombre. Los hombres estamos redescubriendo la paternidad a mata y martillo. Y es un poco encontrarte con la frontera de tus capacidades. Cuando son pequeñitos, cuando son bebés, puedes controlarlo todo de ellos, hasta cierto punto porque tampoco lo sabes todo. Pero cuando van creciendo ellos van teniendo su propia vida y sus propios sueños y obsesiones y a ti te gustaría controlar como padre que no sufrieran. ¿Por qué te cortarías una mano? Porque no sufrieran. Claro, darías la vida por ellos, pero también tienes que darte cuenta que son otros. El concepto de la otredad dentro de la identidad tienes que resolverlo; y yo creo que es un conflicto que un padre y una madre nunca lo resuelve: la otredad, el que son otros. Yo no sé en Argentina pero aquí en Andalucía las madres son superabsorbentes…

(Suena el teléfono)

»¡Mira! ¡Mi madre!

(Nos reímos)

»Quiero decirte con esto que resolver la otredad, que no puedes traspasar esa frontera, es muy complicado. Y más cuando detectas que están pasando cosas que a ti no te gustan, que están soñando con algo…

Entrevista Pablo García Casado (Parte II)


P—Cuando leí el libro me sorprendió que hables de la paternidad tan intensamente. Quizás la maternidad es algo de los que todos hablan, incluso las mujeres suelen escribir, pero es raro que los hombres escriban sobre la paternidad. ¿Necesitabas reinvindicar el rol de «ser padre»?

R—Sí. Hay una neopaternidad y una posneopaternidad. La primera es actuar de forma equivalente a la mujer; competir por espacios que la mujer tiene conquistados. Y me parece muy desagradable y agresivo contra la mujer. Tú tienes que resolver tu rol como padre. Los hombres lo tenemos más complicado para encontrar nuestro sitio porque ese rol de ser madre no nos vale, porque tú nunca vas a poder sustituir el dolor de un parto, ni la maternidad; ni siquiera la afectividad porque sea un hijo adoptado. Esa afectividad pertenece a la madre y es un territorio que un hombre como padre tiene que respetar. Y si son dos padres (en el caso de las parejas homosexuales) también los dos tienen que ser padres. Y tienes que hacer los juegos propios de ser padre. Y este libro trata sobre eso, sobre el dolor de ser padre, sobre la paternidad doliente. El padre de ahora está mas interesado y le afectan más las cosas que le pasan a su hijo, es más doliente. Que no significa tampoco mas afectado que el padre tradicional.


P—¿Quizás sí que percibe el dolor de una forma más empática?

R—Sí. Es bastante más empático, creo que porque recordamos bastante mejor que éramos niños. La prolongación de la infancia. Mi padre jamás habría llevado zapatillas al trabajo a los cuarenta y cuatro años, y yo las llevo. Son otras maneras. Se atraviesan los períodos de la vida con menos brusquedad, se vuelve más a la juventud. Y de alguna manera yo intento pensar cómo era yo, y a veces con mi hijo mayor me da hasta coraje «es que me pongo malo porque se parece tanto a mí». No lo llevo nada bien.


P—Y dices también que García es la única certeza que puedes darle a tus hijos, ¿a qué te refieres?

R—Es una certeza administrativa. Es algo muy primario. Lo único que van a llevar de mí, seguro, es el apellido.


P—¿Y al peso de la sangre?

R—Eso no existe. La sangre es una cuestión fotoquímica.


P—Me refiero a lo que transfiere emocionalmente un padre a su hijo.

R—Bueno, eso es dudoso. No lo sabemos. Es una carga que igual que se carga se descarga. Igual un hijo está conmigo y de pronto yo me voy a vivir afuera (a Filipinas) y estoy 10 años fuera y ese niño se descarga totalmente de mí.


P—Pero eso también depende de la educación y de tantos factores ¿no? Pienso en mi experiencia personal que llevo diez años sin ver a mi familia y que he roto el lazo, incluso hay situaciones en las que me resulta difícil asumir la orfandad, aunque haya sido escogida. Por eso te hacía la pregunta de la sangre, porque en algunas situaciones la herencia sí que pesa.

R—Pero quizás tiene que ver con que en tu caso nadie ha venido a rellenar ese hueco. Entonces es una ausencia que seguramente la seguirás acarreando para siempre. Pero sí digo que tú ya te estas descargando de muchas cosas de esas, voluntaria e involuntariamente.


Los invito a leer el resto de la charla en los siguientes enlaces:

Entrevista a Pablo García Casado (Primera Parte)

Entrevista a Pablo García Casado (Tercera Parte)


Entrevista Pablo García Casado (Parte II)



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