La Filmoteca de Andalucía en Córdoba se encuentra en un enorme edificio escondido en una callejuela empedrada difícil de encontrar: el típico patio cordobés en el que convergen amplias habitaciones donde se trabaja por la protección del cine local y se apuesta por la cultura. Resulta curioso que este edificio se encuentre escondido en el corazón de esta bellísima ciudad, pero en estos tiempos que corren tampoco debería extrañarnos. A este andaluz edificio he venido para conversar con Pablo García Casado, el director de esta institución, aunque no hablaremos de cine sino de su última obra «García», un libro que plantea el difícil reto que supone preservar la cultura y luchar por el desarrollo social.
P—Muchas gracias por recibirme en este sitio tan tranquilo.»García» me ha gustado muchísimo y noto una detallada elección de las palabras.
R—Las palabras son muy importantes. Las palabras son un préstamo que nos da el mundo, que nos da la sociedad. Las palabras estaban antes de que yo naciera y seguramente cuando ya no esté seguirán vivas. Entonces me fastidia mucho la apropiación indebida de las palabras. Palabras como país, patria, árbol; me fastidia que se las apropie la gente.
»Las palabras son para todos por igual. Y hay que tener una cierta humildad, tanto para no apropiárselas como para no derrocharlas. Hay gente que tiene una auténtica capacidad para escribir y publica un montón de libros pero entiendo que haría falta una cierta ecología; porque las palabras nombran cosas y cuando se nombran mucho, las cosas se desgastan, se estropean, y las palabras de tanto usarlas también se estropean. Entonces creo que una actitud ciertamente ecológica sobre las palabras es necesaria. Desde otro punto de vista, aunque son dos cosas relacionadas, creo también que tú, eres un mero usuario de esas palabras y cuando escribes un poema, una vez lo publicas o lo das a conocer, ya ese poema no es tuyo.
P—¿La idea de que tú escribes para que otro se apropie de tu poema?
R—Evidentemente; el poema es de quien lo compra, de quien lo lee, de quien lo absorbe. El poema no es tuyo.
P—Antes estuve en una lectura poética de Bruno Montané y él citó esa frase de Gil de Biedma en la que dice que él quiere ser poema. Y Bruno se apoyó en la idea de que el poeta es un mero intermediario, que es el propio poema el que se escribe a sí mismo, y después el que se comunica con el lector y así sucesivamente…
R—Eso es más complejo, quizá lleve razón. Pero yo por simplificar, te diría algo mucho más primario y que entiende cualquiera. Si yo escribo el poema y tengo vocación de publicar este poema ya pertenece al lector. Ya no te pertenece ni en los significados ni en los significantes. En los significados porque ya va a ser otro el que lo va a leer, y en los significantes porque el poema ya no está en tu poder. Ya no es tuyo.
P—Sin embargo, tu poesía es sumamente intimista. ¿Cómo haces para hacer esa donación al lector y después desprenderte de tu propio universo emocional?
R—Porque uno debe ser honesto con el mundo en el que vive y con las emociones que trabaja. Entonces si tú vas a empezar a trabajar emociones desde una cierta distancia desde un «me guardo esto y no lo pongo»… ¡No! ¡Vamos a ver! Esto no funciona así. Aquí se trata de que tu discurso está en competencia con un montón de discursos. Y tienes que conseguir un discurso muy tenso, muy bien armado, con significado y sobre todo, con mucha carga de significante.
»Yo no voy a estar jugando al tiki taka. No, yo no vengo a jugar, porque estamos trabajando materiales serios. Estamos hablando de la muerte; estamos hablando del deseo; estamos hablando de la familia; estamos hablando de los hijos. Yo no puedo pasar a vuela pluma de las cosas. Al menos yo. Hay otros escritores que prefieren jugar.
»¡A ver! Cortázar era un gran jugador con el lenguaje pero ese tío jugaba para algo. Ese tío (con perdón del símil futbolístico) movía la bola como nadie, pero sólo tenía la portería en la cabeza. Ese tío iba a marcar. Ahora, estos ratoneros que dicen: «bueno, voy a escribir una cosita por aquí…»¡A ver! ¿Tú a qué has venido aquí? ¿A qué has venido a esta fiesta? ¿Has venido a ligar; has venido a pasearte..? Aquí, a la escritura, se viene a ser eficiente y efectivo; a generar emociones. Si tú no generas emociones, dedícate a otra cosa; dedícate a la ortolingüística, por ejemplo.
P—¿Y desde tu punto de vista no se puede generar emociones sin involucrarte como escritor; quiere decir que siempre tiene que haber mucha autobiografía dentro de un poema?
R—La autobiografía siempre es falsa. Incluso la mía, que en este caso es muy autobiográfico. Se trata de atraer emociones. O sea yo puedo no haber vivido los asesinatos de los hijos de la madre de Manu, pero si yo decido involucrarme en ese discurso tengo que hacer sentir al lector que se le muere un hijo al lector, aunque yo sea una persona de Andalucía que no tiene nada que ver con esa historia. No tengo que ser yo, sino que tengo que generar; entonces, si yo no soy capaz de generarlo, no estoy haciéndolo bien.
»Evidentemente es más sencillo si trazas cosas relativas a tu biografía personal. Yo lo hice en mi último libro, pero es uno de los escasos momentos en los que te hablo de mi vida personal, de mis experiencias personales. Porque no es mi tema, sinceramente; soy bastante parco en lo autobiográfico.
P—¿Porque lo autobiográfico te permitía explorar esas emociones que deseabas generar en el lector?
R—Sí. Pero creo que esto debe ser accidental. ¡A ver! Un cineasta, ya que estamos en la Filmoteca, dirige una película de cine negro. Un thriller en el que mueren 60 personas ¿significa que el director de cine tiene mentalidad asesina? Nadie piensa que Francis Coppola sea un asesino, sin embargo en sus películas muere gente a mogollón.
»Pues, un poeta porque tenga tres escenas de cama, no significa que sea un amante perfecto. Simplemente él cree que con el tratamiento eficiente y efectivo del lenguaje consigue generar un discurso erótico, una emoción, y tú lees ese poema y eso te tiene que erizar. Parafraseando a un indio nativo, me parece que boliviano, «el poeta no tiene que cantar la lluvia, el poeta tiene que llover». El poema tiene que sustraer una emoción amatoria, física, intelectual. Yo creo en las emociones intelectuales. Yo leo a Eco y me produce una emoción intelectual; o a Wittgenstein, y me parece que es emotivo. Hay emociones elaboradas, de segunda generación por decirlo de alguna manera, que sí que emocionan. Y el poeta tiene que trabajar el lenguaje para generar esas emociones en el lector.
Continuará…
Los invito a leer el resto de la charla en los siguientes enlaces:
Entrevista a Pablo García Casado (Segunda Parte)
Entrevista a Pablo García Casado (Tercera Parte)
Comentarios1
Siempre mis felicitaciones por tan buen aporte.
Lo leido hasta aqui me atrapa , seguire leyendo.
me encantan tus aportes cálido abrazo : )
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